Voluntario por el mundo. La 5ª experiencia Workaway y 5 meses viajando
Como ya comenté al despedirme del artículo anterior Kosovo ¿quién dijo miedo? con este que estás leyendo iba a romper la línea habitual de seguir el orden cronológico del viaje. Esto es para hablar de mi 5ª experiencia como voluntario Workaway y además porque el día que dejé el voluntariado cumplí cinco meses de viaje: del 15 de marzo al 15 de agosto.
Mi quinto voluntariado lo hice en Fethiye en Turquía donde llegué desde Estambul en un autobús nocturno sobre las 8h de la mañana. El viaje fue agotador, difícil dormir en un espacio tan reducido y en un autobús lleno hasta la bandera. Nada más bajar tuve que encontrar la manera de llegar hasta el hotel que está a las afueras de Fethiye. Samim, uno de los socios, me había podido dar unas indicaciones para que me arreglase, pero al desconocer la ciudad necesitaba algo más, así que la información la completé preguntando a mis compañeros de viaje, Emre y Abdulhamit que conocían algo la zona. Me recomendaron ir a la parada de autobuses de línea y esperar a que llegase el que llevaba a Çaliş. Fue sencillo, los minibus funcionan perfectamente en Turquía y suelen llegar a todos los sitios.
Cuando llegué al punto en el que había quedado con Elif, esperé diez minutos, me recogió con su coche y me trasladó a su hotel. Cansado del viaje y embriagado de sensaciones al ver el lugar, lo siguiente fue tomar el típico desayuno turco y algunas presentaciones. Conocí a Emir, que junto a Elif y Samim dirige Adrenalin Village y se encarga de la cocina preparando los desayunos y las cenas para los clientes. Al poco rato se unió Beyhan que al igual que yo estaba como voluntaria ayudando allí. Ella se encargó de llevarme a mi tienda de campaña, donde dormiría el primer día y otro más a mitad de mi estancia, y enseñarme un poco las instalaciones y el funcionamiento del voluntariado.
El trabajo
Elif me encargó que limpiase el suelo de los baños comunes y cuando llegó Samim y nos conocimos personalmente me indicó como debía hacerlo. Realmente no era un trabajo duro, la primera vez quizás te encuentres un poco extraño, ya que las costumbres son distintas las nuestras, pero en cuanto le pillas el tranquillo es fácil. Me refiero a que en España solemos limpiar con un cubo y fregona y aquí lo hacen a manguerazo limpio y con una especie de limpia cristales más grande y especial para el suelo.
Tras ello, poco más que hacer esa mañana, poner mis cosas en orden en la tienda de campaña y relajarme hasta la tarde. Fue la toma de contacto con el lugar y mis obligaciones y aproveche también para darme algún baño en la piscina, que también limpie uno de los días.
Entre las seis y las siete de la tarde me tocaba limpiar el suelo del restaurante, antes de que se sirviesen las cenas que empezaban a las ocho, usando la misma técnica que en el baño: manguerazo y pasar el limpiador; ordenar un poco las mesas y las sillas, ayudar algo en la cocina y en la presentación del bufet para la cena. Posteriormente me encargaba de recoger las mesas cuando los clientes finalizaban y limpiar y recoger la vajilla y los cubiertos en la cocina.
El segundo día y siguiendo con mi reto, propuse hacer mi tortilla de patatas para la cena y Emir aceptó. Los siguientes días pude preparar: escalibada, gazpacho, paella, lentejas y alguna sopa, en algunos casos solo para el staff. Cocinar era un extra en el trabajo requerido que hacía encantado porque es una de mis pasiones y de esa forma mis nueva familia turca podía probar la cocina española.
Los demás compañeros
Aparte de Emir, Elif y Samim, como propietarios y Beyhan la otra voluntaria, en el complejo trabajaban otras personas. Arda estaba encargado del bar de la piscina y ponía la música, nunca llegue a saber si como voluntario o contratado, creo que esto último. Sezer estaba con Arda en el bar y además es la pareja de Samim, una chica muy simpática y que disfrutaba cuando probaba mi comida. Realmente todos lo hicieron, aunque algunos platos gustaron más que otros. El gazpacho, no fue muy bien acogido.
Nadi un vecino que venía a ayudar y que era realmente simpático y trabajador, muy joven y muy resuelto con el mantenimiento del complejo, se encargaba del riego y la limpieza del jardín y en ocasiones me ayudaba con el baño y el restaurante. Ayşe abría por las mañanas el restaurante para los desayunos, hasta que llegábamos los demás y posteriormente se dedicaba a la limpieza de las habitaciones y bungalows. Con ambos era difícil la comunicación por palabras, ya que solo hablaban turco y nada de inglés o español, pero aún así la relación fue fluida y amistosa.
Esporádicamente también venían a ayudar en la cocina Mukkades, hermana de Elif y Arzu una amiga de ambas, grandes cocineras y que me enseñaron algo de la cocina turca y con las que hice muy buenas migas. No voy a olvidad a Mehmet marido de Mukkades, que alguna vez me echo una mano en la limpieza del restaurante moviendo sillas y mesas para que todo fuese más rápido.
Y como me iba a olvidar de nuestras amigas y amigos gallináceos, nos acompañaban día y noche, paseando por los jardines y montando sus fiestas diurnas y nocturnas. Elvis era el jefe, un gallo muy gracioso y peculiar.
Adrenalin Village Fethiye
Desde el momento que llegué me sentí parte de la familia. Ellos se encargaron de que mi estancia fuese realmente cómoda y que pudiese conocer poco a poco a amigos que pasan allí sus vacaciones o clientes que aunque era la primera vez que estaban, enseguida se sentían como en su casa, algo que facilitaba el contacto y la amistad con ellos. De echo, algunos me invitaron a pasar por Estambul o Izmir cuando me fuese de Fethiye, aunque desgraciadamente no pude aceptar ya que mi camino iba y va en la dirección opuesta. Gracias a todos por su simpatía y amistad.
Una de las cosas que más me gustó y por lo que las cosas funcionan realmente bien en el hotel, es porque desde la dirección, hasta el último de los que estamos allí trabajando nos implicamos en que las cosas sean así. A nadie se le caen los anillos si tiene que trabajar algo más y hacerlo donde sea necesario, aunque se trate de un trabajo que no les corresponde, el fin de todo es el bienestar común, tanto del staff, como de los clientes.
Realmente ha sido una experiencia enriquecedora desde todos los puntos de vista. He podido aprender algo más de la cultura turca y alguna palabra de su vocabulario, al final y al cabo parte importante de este viaje y que se ajusta al eslogan: la aventura de conocer y aprender del mundo, por el mundo.
Algo de turismo
Aunque la mayor parte del tiempo que estuve en Fethiye la pasé en el hotel, entre otras cosas para poner al día el blog, después de estar sin el ordenador durante dos semanas, también tuve tiempo de dar algún paseo en mis días libres. El primer sitio que pude visitar fue Daylan, donde se encuentran algunas de las Tumbas Reales de Licia, que deseaba ver desde que las descubrí en fotos; también las tortugas gigantes Caretta Caretta, que tienen en la playa su lugar de apareamiento y sus nidos, aunque en otra época del año y finalmente los baños de arcilla en Sultanas, famosos por ser beneficiosos para la piel, la artritis o el reuma; eso si huelen a infierno ya que están compuestas de azufre, pero merece la pena sumergirte en la piscina de barro y luego darte una ducha o un chapuzón. Fue un día completo de excursión y turismo y sobre todo divertido, algo de lo que se encargó nuestro guía Yalqin Ergün. Un tipo realmente gracioso y que enseguida se hace con el control de la situación a base de bromas y gestos amables con los clientes. Todo un showman.
Otro de los sitios que pude visitar fue un río cercano a Fethiye, unos 10Km, para bañarme en sus frías y cristalinas aguas. Me llevó uno de los clientes de Adrenalin Village, Corrado Frontini, un italiano criado en Alemania y que hablaba también español, con el que hice muy buenas migas y un gran equipo jugando al futbolín, éramos invencibles jugando juntos. El estaba allí desde hacía unos meses ya que trabajaba como relaciones públicas en un hotel cercano. El lugar al que me llevó está acondicionado ya que funciona también como camping, creo que es ideal para pasar allí unos días y de echo había allí algunas familias disfrutándolo durante sus vacaciones. Muy importante: respetando el entorno y empleando materiales naturales en las construcciones.
Por último pude dar un par de paseos por la ciudad de Fethiye, el primero fue entre horas de trabajo. Simon, inglés residente en Fethiye y amigo de Samim, nos llevo en su coche tras venir a vernos al hotel y probar mi tortilla, que me animó a hacer un par de días antes ya que habíamos hablado de ello cuando nos conocimos. Coincidía que el miércoles se montaba el gran bazar, donde puedes encontrar de todo y a unos precios realmente increíbles: el kilo de la mayoría de las verduras era de entre 1-3 liras turcas, algo así como 0,35-1€. Colores, olores y sabores auténticos y con calidad. Ese día descubrí, mientras paseaba con Beyhan a lo lejos, las Tumbas Reales de Licia que también existen en el mismo centro de Fethiye. Algo que al parecer me habían contado, pero no me había enterado.
Como no conocía Fethiye de noche, el último día de mi estancia decidí dar un paseo, Elif y Emir que iban a un concierto, cambiaron de vehículo y en vez de usar la moto lo decidieron ir en el coche para poder llevarme, con tan mala suerte de que cuando paramos a rellenar el deposito, la batería se fundió y tuvieron que anular sus planes. Pudimos utilizar el coche de Mukkades y dar un paseo por la ciudad antes de rescatar el suyo con las pinzas de la batería, que habíamos dejado al lado de la gasolinera.
Las Tumbas de Licia en Fethiye están normalmente iluminadas y eso era lo que quería ver yo, pero esa noche casualmente no fue así, por lo que me tuve que conformar con verlas a oscuras y hacer unas fotos para mostrar en el blog, que desgraciadamente no tienen toda la calidad que me hubiese gustado, aunque he podido salvar alguna ayudado por photoshop.
El último día por la mañana se declaró un incendio en las montañas cercanas, una desgracia ecológica, aunque no se exactamente de que dimensiones, pero es una triste noticia, viendo la belleza de esta zona. Los aviones y helicópteros tuvieron una gran faena ese día y no pararon de sobrevolar nuestras cabezas.
Y esta fue mi estancia y experiencia en un lugar increíble de Turquía, una joya del Mediterráneo que los españoles no conocemos muy bien, o por lo menos yo hasta ahora y que recomendaría a cualquiera. Merece la pena perderse por aquí y en este momento con la devaluación de la lira turca con respecto al euro, con un ratio de casi 3TL por 1€, un viaje a un lugar bueno y bonito que puede salir barato.
En el próximo artículo volveré al orden cronológico del viaje y hablaré sobre Macedonia, que fue otro de esos países donde no tenía pensado parar y que finalmente animado por mis anfitriones kosovares del hostel Han, incluí en la ruta. Hasta entonces.
¡Pura Vida!