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Y realmente creo que hay varias que podrían perfectamente caber aquí. Pero Ítaca la conocí un mes antes de salir y me emocioné al leerla, viendo reflejado el espíritu del viaje en ella. Y la vida misma.
Fue Almudena de Maeztu -blogera y escritora en Amor en la mesa-, quien me la enseñó en una reunión-cena con varios amigos en casa de Mónica Sevil -amiga de mi juventud y abogada- quien también me ayudó con algunos de los documentos legales que dejé hechos antes de partir.
Y ¿por qué quería compartirla contigo? Porque quizás la conozcas y entenderás a qué me refiero o, quizás, como yo, no sea así, y puede que te emocione tanto como a mí, aquel día de febrero de 2014, al leerla.
Cuando emprendas tu viaje a Ítaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.
Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.
Ten siempre a Ítaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguardar a que Ítaca te enriquezca.
Ítaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.
Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Ítacas.
El 29 de abril de 1863 nació en Alejandría, Egipto, el poeta griego Constantino Petrou Cavafis, quien con el tiempo llegaría a convertirse no sólo en uno de los exponentes literarios más importantes del siglo XX, sino también en uno de los representantes más destacados del renacimiento de la lengua griega moderna.
Por circunstancias de la vida, tales como el fallecimiento de su padre y los disturbios políticos en su ciudad natal, Cavafis se vio obligado a vivir por algunos años en Liverpool, Londres y Estambul junto a su numerosa familia, aunque apenas tuvo la oportunidad, regresó a Alejandría, donde completó sus estudios y comenzó a trabajar.
En un primer momento, este griego que dominaba a la perfección el idioma inglés gracias a su estadía en Inglaterra, desarrolló tareas periodísticas. Tiempo después, se convertiría en empleado del Ministerio Egipcio de Obras Públicas y allí se ganaría la vida por un período de treinta años.
Sin embargo, su afición por el mundo de las letras lo llevaría, a partir de 1891, a publicar algunas poesías de su autoría, entre las que se encuentran títulos como “Constructores”, “Murallas”, “La ciudad” y “Un viejo”, entre otras. Si bien por ese entonces no tuvieron mucho éxito, estos trabajos llegaron a ser valorados, junto al resto de su producción literaria, tras la muerte de Cavafis, hecho que tuvo lugar en 1933.
“Esperando a los bárbaros”, “El dios abandona a Antonio” e “Itaca” son algunas de las obras más reconocidas de este escritor griego que, con frecuencia, creaba poemas de perfil homoerótico y otros inspirados no en los grandes momentos históricos, sino en el después de dichos acontecimientos.
Texto publicado por Verónica Gudiña 7 de Enero de 2009 en Poemas del Alma
Pedro Bádenas de la Peña (Madrid, 1947), filólogo y traductor español, investigador del CSIC, especializado en la literatura clásica, de Bizancio y neogriega. En 1994 recibió el Premio Nacional de traducción por Barlaam y Josafat. Ha traducido también la poesía completa de Yorgos Seferis y Constantino Cavafis, las fábulas de Esopo, el Prometeo encadenado de Esquilo, los Epinicios de Píndaro, el Canto heroico y fúnebre por el subteniente caído en Albania de Elytis, el Himno y llanto por Chipre de Yanis Ritsos y varias obras de divulgación sobre Bizancio.
Fuente: Wilkipedia
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