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Singapur no me apetecía y al final… me gustó

Singapur no me apetecía y al final… me gustó

Después de pasar una noche realmente mala en casa de Gonzalo y no porque el no fuese un gran anfitrión y estuviese pendiente de mi bienestar, sino que el problema fue mi pie herido que tuve que forzar para llegar a su casa y que me atormentó toda la noche.

Andando con chancletas, ya que las botas todavía no me las podía calzar con comodidad, forcé demasiado el pie y conseguí que además del corte, la planta del pie comenzase a dolerme. Lo achaco al peso que llevo en la mochila y la rapidez con la que ande acompañado por un señor de origen indio al que pregunté en la calle y que me acompañó a encontrar la casa. Es una lastima, pero con el dolor de mi pie en la cabeza, olvidé pedirle hacernos una foto, algo de lo que me arrepentí al día siguiente cuando lo pensé, porque realmente se portó genial conmigo, dejando su trabajo por un rato para acompañarme.

Además del dolor del pie, sobre las 11pm saltó una alarma, no estoy seguro si de un coche o de una casa, pero no paró de sonar durante toda la noche y cuando Gonzalo y yo salimos temprano, cada uno a nuestros que haceres, no había parado. Así que una noche en la que pude descansar poco, aunque sabía que compensaría en el viaje en autobús hasta Singapur durmiendo durante el viaje que eran cerca de seis horas, paradas en el camino incluidas.

Destino Singapur

El autobús salía sobre las 8.45am, o eso por lo menos había comprado yo on-line la noche anterior, porque finalmente partía de KL sobre las 11am. Allí estaban esperando también unos argentinos que habían elegido el mismo autobús y compraron el billete en la misma página web: www.easybook.com. La cual recomiendo si os queréis mover en autobús por esta parte del mundo, es un buscador que tiene accesos a: Taiwan, Singapur, Tailandia, Malasia e Indonesia, en algunos países con más servicios que en otros, pero cómoda y efectiva. La culpa del retraso evidentemente no fue suya.

Julian y María, los argentinos, estaban de vacaciones y bastante nerviosos, viendo que el autobús nunca llegaba, siendo sincero a mi también me relajó saber que alguien más estaba esperándolo y cuando nos presentamos, descubrir que hablaban español fue también agradable. Por otro lado la compañía tiene una oficina en la estación y una empleada tras la primera hora de retraso estuvo con nosotros dejándose ver para que confiásemos más en ellos.

Resultó ser que el autobús había tenido un accidente viniendo a por nosotros y tuvieron que llamar a otro, que además de pasar a por los pasajeros que llevaba el primero, tenía que sortear los atascos que a esa hora había en la ciudad. En estas fechas coincide que se termina el Ramadán y en Malasia se celebra algo así como el nuevo año musulmán, por lo que mucha gente está preparando sus vacaciones y las carreteras se llenan de coches saliendo hacia otros destinos.

Tras escuchar varias veces de la empleada que el autobús estaba a punto de llegar y haber tenido tiempo de ir a comprar algo para mi almuerzo, me acerqué hasta donde estaba ella y le explique que mi problema, era el barco al que debía de subirme en Singapur para cruzar a Indonesia. Esto la hizo reaccionar y buscar un autobús con el mismo destino, pero de otra compañía.

Afortunadamente uno estaba a punto de salir y con plazas libres, así que volvió y me explico que teníamos que pagar 20RM entre todos, a lo que me negué diciéndole que si tenía que pagar algo, era su compañía la que debía hacerse cargo, ya que mi billete tenía un precio y lo había comprado. El problema del accidente lo lamentaba mucho, pero no era mío.

Finalmente me dijo que ella se haría cargo, aunque lo que creo es que quería una pequeña propina por la gestión que por supuesto no me dijo. Por cierto a Julian le resultaba difícil estar quieto, así que no paró de pasearse por los andenes, arriba y abajo en la estación hasta que cuando tenía que estar, no estaba allí y María tuvo que ir a buscarlo para avisarle que salíamos.

Los tres y la empleada andamos un poco para encontrar el autobús que nos llevaría y al poco de comenzar el viaje y hacer unas fotos, mi agotado cuerpo y mente decidieron relajarse y me quedé dormido. Fue prácticamente todo el trayecto. Cuando llegamos a la última ciudad de Malasia Johor Bahru, desperté y ya solo quedaba salir del país, entrar en Singapur y poco más hasta llegar a la parada que había elegido al reservar el billete: Little India.

La ayuda en el camino

Por la información que había leído de Singapur y tras recibir la negativa de 12 personas con las que contacté por Couchsurfing no estaba muy animado a quedarme y había decidió cruzar directamente a Indonesia con un barco que tarda 45 minutos en llegar a la isla de Batam.

Sin embargo el día anterior Jeffrey con su socio Chong y otros amigos que habían estado en Che Nan Bamboo en Lanchang y que me habían acercado a KL, mientras hablábamos en el coche, conocieron mi proyecto y que iba como voluntario, fue entonces cuando me ofrecieron la posibilidad de estar un tiempo con ellos y poder ayudarles en el orfanato que tienen en Malasia, lo dejamos en el aire, yo tenía que pensarlo, ya que estaba comprometido en Java para un voluntariado.

Jeffrey también me entregó 10$ singapurenses para poder comprar algo de comer a mi llegada a su país y se había ofrecido para llevarme el al puerto donde comprar el ticket para el barco. Un gran tipo Jeffrey, con el que enseguida tuve buena conexión.

Cuando llegué con el autobús a Little India, justo enfrente de la parada había un bar en un centro comercial y tenía un cartel con wi-fi gratuito, entré, pedí Mee Siam, un plato típico de la gastronomía singapurense y me conecté. Pregunté en el bar para utilizar un teléfono y llamar a Jeffrey pero no tenían, así que me lancé a un cliente chino que estaba allí tomando un café para pedirle si podía utilizar el suyo, el señor muy amablemente me lo prestó y llamé a Jeffrey.

Apareció a la media hora acompañado de su mujer. Los tres fuimos juntos a dar una vuelta por la ciudad en su coche. Era otro regalo que me quería ofrecer para que pudiese ver un poco Singapur antes de irme. Después de visitar China Town, la zona financiera nueva y vieja y algún barrio más de la ciudad-país, hicimos una parada en una zona de restaurantes cerca del puerto para cenar algo y esperar a la hora del embarque.

Jeffrey también me invitó a la cena y durante la conversación que mantuvimos contándoles mis experiencias por el mundo y como me estaba moviendo de nuevo me ofreció volver a Malasia y estar durante unos días ayudándole en una finca que tiene dedicada al bambú, en este caso bambú grande y que se utiliza entre otras cosas para la construcción, además de conocer el orfanato que Chong ya me había comentado en el coche cuando íbamos dirección a Kuala Lumpur.

Me pareció buena idea, aunque tenía que buscar un hostel para estar dos noches en Singapur, ya que su casa no es grande y vive con su familia. Encontré un hostel por 9$ USA en una zona muy bien situada, donde la mayoría de las casas son construcciones bajas y donde comer y beber sale muy barato, además muy bien conectada con el metro de la ciudad. La primera noche la pasé en el hostel aprovechando tener internet sin problemas de tiempo y usarlo para descargar archivos que tenía pendientes desde hacía mucho.

A la mañana siguiente desperté y fui a desayunar cerca del hostel, con la sorpresa de que uno de los restaurantes era exclusivamente vegetariano. Me di un buen homenaje por 3,5€ con comida y bebida incluidos. Había encontrado el lugar perfecto para comer: bueno y barato, durante mi estancia allí. La noche anterior Justin, un joven vietnamita de 18 años que acaba de llegar a la ciudad para estudiar durante los 3,5 años siguientes, me había ofrecido ir a ver los Jardines Chinos de Singapur. No pude negarme y a las 10am salíamos hacía allí. No sabía que estaban tan lejos del hostel, pero con el metro en 40 minutos habíamos llegado.

Me alegro de haberle seguido, descubrí un sitio alucinante, precioso y bien cuidado, por otro lado como todo en Singapur. Los jardines también son japoneses y la entrada gratuita. Mi pie se resentía de la pateada que nos dimos, pero estaba contento. Cuando llegamos al hostel hicimos la parada en los restaurantes de la zona y tras comer me fui a descansar y terminar el post que publiqué en el blog sobre Lanchang.

Por la noche me fui con Victor y Assou unos franceses que pasaban su última noche en Singapur a cenar y con los que pude pasar un tiempo genial recordando anécdotas de nuestros viajes. Ellos tenían un vuelo muy pronto por la mañana, así que no pude despedirme de ellos cuando salieron, ya que amanecí sobre las 8h y tenía el tiempo justo para preparar mi mochila y esperar con un café a Jeffrey, que venía a recogerme, para tomar un desayuno típico en la zona cara de la ciudad y cruzar de nuevo a Malasia con su coche.

Yendo en coche es mucho más sencillo cruzar la frontera que haciéndolo en autobús, ya que evitas pasar los controles de equipaje y demás. En este cruce de fronteras solo enseñé el pasaporte para el sello de rigor en ambos países y todo arreglado. Me concedieron noventa días más en Malasia y para estar en Singapur también tenía otros noventa días. Por cierto, ambos países no requieren visado y entrar es gratis para, por lo menos, los europeos.

En la oficina de Jeffrey pude conectar con internet y reinstalar el sistema en mi teléfono, que no había podido anteriormente, para intentar reparar algunas cosas que fallaban desde hace tiempo. Después de comer con Chong, Jeffrey y Gi Rui, una empleada de la oficina, nos dirigimos a su propiedad de bambú, pero lo que me encontré creo que ha sido una de las sorpresas mayores de este viaje y que hace que cumpla un sueño que tenía: trabajar en un templo budista chino, que la empresa de Jeffrey tiene en Malasia, por cierto el más grande del país, junto con el orfanato, que será mi último voluntariado antes de cruzar a Indonesia.

Pero la historia de los días que pasaré en ambos lugares la contaré en el próximo artículo. Hasta entonces y como siempre…

¡Pura Vida!

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