Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Indonesia IX: La aventura continúa. Cruzando a Malasia
Continuaba con mi aventura por Indonesia. Llegaba a las pequeñas islas que bordean el este de Kakimantan con la idea de llegar a Borneo y cruzar la frontera malaya a tiempo, antes de que se acabase mi visado. Sin embargo, la confusión al contar los días, me jugaba una mala pasada.

Indonesia IX: La aventura continúa. Cruzando a Malasia

Continuaba con mi aventura por Indonesia. Llegaba a las pequeñas islas que bordean el este de Kakimantan con la idea de llegar a Borneo y cruzar la frontera malaya a tiempo, antes de que se acabase mi visado. Sin embargo, la confusión al contar los días, me jugaba una mala pasada.

La aventura en Indonesia continuaba y nada más abrirse las puertas, rápidamente abandoné el barco que me había traído hasta Tarakan para ir directo a la terminal, a buscar el siguiente. Hacía tiempo que no sentía un calor tan aplastante y una humedad tan asfixiante como la que sentí en esta isla indonesia, que además, cargado con las mochilas, todavía se acentuaba más.

En busca del billete a Malasia

Crucé la pasarela entre el muelle y el edificio de la terminal y pregunté a los policías que me encontré para saber donde comprar el ticket, pero en vez de eso me dijeron que el barco no salía hasta el lunes. Increíble, era viernes y me había asegurado que tenía tiempo de llegar a Malasia, así que insistí con otro señor que me crucé y viéndome perdido, me preguntó qué buscaba. «Las taquillas» le dije, pero él me contestó que allí no hay taquillas, que debía de ir a una agencia de viajes para comprar el ticket.

Me aconsejó ir en moto y me aseguró que eran 2000 rupias, que insistí en confirmar ya que me parecía un precio bajo. El insistió tres veces que sí, tantas como le pregunté, que ese era el precio por el trayecto de la moto desde la terminal, hasta la agencia. También añadió que después volviese allí mismo cuando hubiese comprado el billete. Todavía me pregunto por y para qué, pero casi mejor que no lo hiciese.

Con el conductor de la moto fuimos a una agencia que conocía y me confirmaron que hasta el lunes no tenía un barco directo, pero que si quería había uno rápido que me llevaba hasta Nunucan, la isla más cercana a Malasia, y de allí podía cruzar la frontera, pero ellos no vendían el ticket, tenía que comprarlo en la terminal de barcos rápidos, que es distinta a la de los grandes buques donde había llegado anteriormente.

El conductor de la moto sabía dónde tenía que ir y antes de llegar, a la altura de los barcos, ¡se quedó sin gasolina! Increíble, pero cierto. Fui andando esos últimos metros, me acompañó y en la terminal un vendedor con la camiseta del Real Madrid me dijo el precio: aproximadamente 250.000 Rp, que superaba en más del doble, el dinero que llevaba en el bolsillo. Tenía que volver sobre mis pasos, buscar un cajero, sacar el dinero y volver otra vez hasta allí. Me aseguraron que tenía tiempo hasta el siguiente barco.

Por supuesto, antes tuve que pagar al motorista, que cuando le di las 2.000 rupias se rió en mi cara. Me dijo que eran 10.000 y yo insistí en lo que el otro personaje, por decirlo suave, me había asegurado que debía pagarle solo 2.000. Al final para no discutir más y sabiendo que no es una cantidad importante (0,68€) los pague y me fui andando hasta el cajero (recordaros que se había quedado sin gasolina y no me podía llevar) cargado con las mochilas.

Llegué al cajero asfixiado por el calor y la humedad, menos mal que lo encontré a la entrada del muelle y pude sacar el dinero suficiente para pagar y tener algo en el bolsillo. Cuando andaba de nuevo hacia la terminal un chico me señaló un autobús destartalado y me dijo que este era gratis para volver a la terminal. Me alegré, iba a poder respirar y no tenía que pagar. Le di las gracias efusivamente por haberme avisado, el autobús fue para mí prácticamente. A mitad de camino se subió otro pasajero.

Nada más bajar me fui en busca del personaje hincha del Real Madrid y no lo encontré, así que como vi una mesa con varios oficiales sentados me dirigí a ellos para preguntar. Aptimus fue quien entabló conmigo una pequeña conversación, no hablaba mucho inglés, pero fue suficiente para entendernos.

El oficial de los guardacostas Aptimus, aparece en mi vida

Aptimus era un oficial guardacostas y me explicó que el barco que buscaba se había ido hacía una hora aproximadamente, así que calculando me di cuenta de que, fue justo cuando el Ferry que me había traído hasta Tarakan, estaba atracando en el puerto. Por lo que lo había perdido nada más llegar a la isla.

Se me hizo un nudo en el estómago. Temía tener problemas con inmigración por la caducidad del visado y así se lo comunique a Aptimus, que me hizo esperar un momento para llamar un amigo que tiene en el departamento de inmigración en la isla. Me ofreció ir a verlo para solucionar el problema y le dije que no hacía falta ya que el visado se me caducaba el lunes, tras revisar las fechas. Estaba convencido de ello, pero no, la acababa de cagar.

Aptimus me dijo que tenía un barco que me llevaba a Nunucan, pero salía en 1/2h y allí tenía que esperar sí o sí al lunes para cruzar a Malasia. También me dio la opción de esperar en Tanakan, en un hotel, al barco que iba directo a Malasia, pero le comente mi falta de presupuesto y que no podía permitirme ese lujo.

Decididamente tenía que cruzar a Nunucan esa mañana y allí intentar buscar a alguien que me acogiese, pensé en Couchsurfing, pero sin estar muy seguro de tener un anfitrión en esta parte del mundo.

La sorpresa me la llevé, cuando después de estar conversando ese rato de espera con él, contándole mi vida y haciendo tiempo para subirme al barco, antes de volver a colocarme las mochilas y mientras nos despedíamos, me ofreció la casa de su madre para pasar el fin de semana. No daba crédito a lo que estaba escuchando, alguien desconocido por el simple hecho de charlar un rato conmigo y contarle mi aventura por el mundo, me estaba ayudando desinteresadamente.

Pero no acabó aquí mi sorpresa, también me dio su almuerzo para comer durante el viaje en el barco y aunque insistí en no necesitarlo, me obligó a cogerlo y llevármelo. Además descubrí, ya en el barco, cuando estaba abriendo la bolsa con la comida, que había metido su paquete de tabaco, ya que durante la conversación le había pedido un cigarro porque mi paquete se había acabado allí mismo. Mi momento de incertidumbre, se había transformado en un momento mágico, gracias a este guardacostas hincha del Liverpool.

La llegada y primeros momentos en Nunukan

Durante el trayecto del barco había podido conocer a mi compañero de butaca, un señor mayor que iba a pasar el fin de semana en la isla y que al salir del edificio de la terminal me hizo el favor de hablar en indonesio con María, la madre de Aptimus, para decirle que habíamos llegado y que estaría esperando en la entrada de la terminal. Al poco rato apareció una señora risueña que me saludó y me pidió esperar a Batara, su otro hijo, que es quien me llevaría a casa. María se metió en la terminal y hasta pasado un buen rato no la volvería a ver, ya en su casa.

Cuando llegué a casa de María, pude conocer a toda la familia: Imel con 2 hijos y la pequeña Tara, ambas simpáticas y encantadoras. Por supuesto conocí a William, el patriarca de la familia, un viejo lobo de mar que enseguida me trató como a uno más y me hizo sentir como en casa.

De la familia destacaré que son religiosos, cristianos protestantes, y aunque ya había podido conocer a varios en este trayecto por Indonesia, la familia que me ayudó en Poso entre otros, de la familia de Aptimus me llamó la atención que vivían en un barrio completamente musulmán y como en toda Indonesia, país tolerante y respetuoso con otras religiones, con una muy buena relación con sus vecinos. También añadiré que son una familia muy unida y que conmigo se portaron realmente muy bien.

La primera noche, me desperté sobresaltado sobre las 4-4.30am, el motivo fue que escuché a la familia cantar ¡estaban rezando con cánticos! No es costumbre de los cristianos este horario, aunque los protestantes suelen celebrar sus ceremonias con cánticos y música, pero, y esto es solo una imaginación mía, creo que además de para rezar, lo hacían porque no querían escuchar las plegarias musulmanas y de esta manera podían tapar y aprovechar para ellos mismos comenzar el día con su Dios. Para mi fue nuevamente un madrugón a deshora, que en ese momento no me hizo gracia, pero como invitado por supuesto respeté.

Esperando mi despedida de Indonesia

El fin de semana en Nunukan, transcurrió tranquilo, pude preparar algunos de mis platos, cómo no. Entre ellos la tortilla de patatas que Imel aprovechó para aprender a hacerla y practicar con mi ayuda. A todos les gustó. La tarde del domingo di clases de español para los más pequeños y Tara, la hermana menor, y aunque todos pusieron interés al principio, solo ella terminó la clase de aproximadamente una hora que le dediqué.

Con Batara me di varios paseos por la ciudad con su moto. Pude enviar las postales que llevaba desde Toraja, a sus destinatarios, y lo mejor fue que la oficina de correos estaba cerrada, pero todavía estaban trabajando las dos personas que la llevan y me hicieron el favor, por la puerta trasera, de atenderme y sellarlas para que salieran, antes de que abandonase el país.

La mañana del lunes con todo preparado de la noche anterior, me tocaba madrugar para llegar cuanto antes a la terminal del barco y pasar la frontera, compré el billete sin mucha demora gracias a María que conocía a casi todo el mundo allí, ya que William, había trabajado pilotando uno de los barcos de la compañía.

Nos enfilamos hacía el edificio y allí hice la cola hasta que llegué al oficial de fronteras y esté me retuvo el pasaporte diciéndome, que tenía que ir a hablar con su jefe ya que había superado en tres días el permiso del visado en Indonesia. Me quedé congelado, creía que era exactamente ese día cuando tenía que dejar el país, pero volví a cometer el error de no contar los días, sino los meses. Al ser julio y agosto meses de 31 días, efectivamente había pasado de los 60 que concedía el visado. Era 28 de septiembre y yo entré en el país el 28 de julio.

El jefe de la frontera me dijo que tenía que abonar 300.000 Rupias por día de más, lo que sumaba 900.000 Rupias (60€) que para mi eran un montón de dinero -bueno lo siguen siendo- y no tenía otra opción de salir del país si no los pagaba. Me podía negar, pero estaban alertados de que era ilegal, esto me traería problemas y además, cada día que pasaba, sumaban 300.000 más, así que tuve que tragar, e ir al cajero a sacar el dinero. Afortunadamente la tarjeta de crédito, de nuevo, me sacó del apuro. Pero esto rompía mis planes de volver a Indonesia, cumplir con algunos compromisos que había contraído y, posteriormente, cruzar a Timor Leste y Australia por mar -como es el proyecto del viaje, a no ser que suceda algo extraordinario que no me lo permita-.

Las 900.000 Rupias, sospecho que se quedaron como una propina para los guardas de fronteras de turno, ya que no me dieron ningún tipo de recibo ni justificante y yo con el bajón y el disgusto, me olvidé de pedirlo, aunque es solo una especulación. Solo me llevé el sello de salida en el pasaporte para poder abandonar el país.

Con mi ánimo tocado por la metida de pata y haber perdido la oportunidad de haberlo arreglado en Tarakan a través de Aptimus, cuando tuve la oportunidad, por fin pude cruzar la frontera y dirigirme al barco que, por cierto, con el lío del pasaporte lo había perdido. Afortunadamente conseguí que me cambiaran el billete para el siguiente, como una deferencia hacia María y William.

Batara, Imel y María, que habían estado conmigo todo el rato y me habían ayudado en todo momento, me acompañaron para darme ánimos y despedirse de mí, algo que agradecí y que mantendré, al igual que este magnífico fin de semana en Nunucan, para siempre en mi memoria y la del viaje.

El barco tardó alrededor de la 1hora 30 minutos en cruzar a Borneo y llegar a Tawau, ciudad malaya por donde entran cada día cientos de indonesios con un permiso especial, para hacer sus negocios y trabajar. Los barcos, de hecho, van a rebosar de su capacidad y posteriormente en la aduana se nota. Pero esto es otra historia, la contaré en el siguiente artículo, donde de nuevo Malasia, me recibe con los brazos abiertos.

Hasta entonces y como siempre…

¡Pura Vida!

Ayuda a otros a viajar conmigo. Gracias por compartir

Facebook
LinkedIn
Twitter
Tumblr
WhatsApp
Telegram
Email

Conecta conmigo o sigueme

Ayúdame a seguir realizando mi sueño

Por cada 15€ te envío una postal desde el país que estoy, o los que próximamente visitaré. Tú eliges. Ahora en América.

Gracias por tu ayuda.

*Si no tienes, deberas de crear una cuenta de PayPal gratuita.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

¿Te gustó esta historia?

Suscríbete al blog y se el primero en leer las próximas

Responsable: Fernando A. Rutia
Finalidad: Utilizaré la información que me proporcionas en este formulario única y exclusivamente para enviarte mis artículos.
Destinatarios: tus datos se guardarán en MailerLite, mi administrador de suscriptores, y que también cumple con la ley RGPD europea.
Derechos: Tienes derecho al olvido. En cualquier momento puedes limitar, recuperar y borrar tu información. Pide y se te concederá.
Aviso Legal: A través de este enlace podrás leer nuestras políticas web

Otros artículos del blog

Recibe mis nuevas historias por el mundo

Embajador

El Reto

Tortillas de patatas por el mundo
Ver

Itaka

La poesía que inspira el viaje
Ver

El Vídeo

El vídeo que define el viaje
Ver