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Rosario, Casilda y Corral de Bustos. Argentina
Vuelta a Burzaco, Rosario y conociendo Casilda y Corral de Bustos.
Un periplo por Argentina. Conociendo pequeños pueblos donde estaba invitado por viejos amigos en Burzaco, Rosario, Casilda y Corral de Bustos. Provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba.

Vuelta a Burzaco, Rosario y conociendo Casilda y Corral de Bustos.

Un periplo por Argentina. Conociendo pequeños pueblos donde estaba invitado por viejos amigos en Burzaco, Rosario, Casilda y Corral de Bustos. Provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba.
Rosario, Casilda y Corral de Bustos. Argentina

Mi vida nómada se estaba concentrando en una ciudad: Buenos Aires. Desde que había llegado estaba yendo de aquí para allá cambiando de casa, acogido por viejos y nuevos amigos. Y agradecido por ello.

Con Nico había pasado un par de días y de nuevo me movía. Volvía a Burzaco. Nico por su lado se quedaba recogiendo lo que le quedaba para hacer la mudanza. En la estación de Retiro me esperaba Raúl para ir de nuevo a su casa. Iba a pasar el fin de semana con su familia antes de volver a Rosario y visitar un par de pueblos entre las provincias de Santa Fe y Córdoba.

Burzaco y el entorno de Buenos Aires

Nada más llegar a Burzaco Raúl y yo pasábamos a hacer la compra para el fin de semana. Tenía intención de cocinar para la familia y no precisamente tortilla de patatas, que finalmente no hice. Tenía en mente otros platos de mi recetario para darles a probar.

La noche de la llegada fue de cocina, tanto Erika como yo nos pusimos manos a la masa y preparamos una buena cena. Al día siguiente Raúl tenía intención de que pasáramos el día fuera de casa recorriendo poblaciones alrededor de Buenos Aires, que conforman la capital, y llegar hasta Mataderos, donde íbamos a encontrar un mercado dominical y de paso nos quedaríamos a comer ¡un asado!

Después de un paseo para conocer un poco mejor Mataderos, Raúl puso dirección a Tigre, bien al norte. Allí visitamos China Town, poco que ver con un barrio chino como conocemos en Europa, Asía o América del Norte, ya que más bien se trataba de un centro comercial dedicado a Asia y su cultura, en el que entre otras cosas se podían encontrar productos gastronómicos de varios países asiáticos. Posiblemente era uno de los pocos lugares donde comprarlos en la ciudad. Por lo demás, una feria estable en un gran supermercado o centro comercial.

Quedaban 60 kilómetros para volver a casa y todos andábamos agotados de un día animado y sin descanso. Erika preparó la cena y pronto todos a dormir. A la mañana siguiente tenía viaje. Volvía a Rosario.

Rosario por segunda vez

Había hablado con Carlota de ir a su casa por segunda vez. Era la manera más sencilla de seguir con mi recorrido, que me llevaría a Casilda en la misma región: Santa Fe y a Corral de Bustos, en la frontera con la región de Córdoba.

Raúl, Erika, Camila, Julieta y como no el pequeño Lorenzo me acompañaron hasta la terminal de autobuses de Burzaco con su coche, para desde allí llegar a Rosario con transporte público. Mi intención era la de ir a dedo, pero la familia me cubrió el coste del pasaje y además se quedó conmigo la hora larga que tuvimos que esperar por el retraso del autobús. Lorenzo y yo no dejábamos de hacernos la puñeta y jugar.

No quería volver a verme me dijo varias veces, pero al final, cuando descubrió que me iba y no íbamos a volver a vernos, al menos durante una larga temporada, arrancó a llorar, según me contaron Raúl y Erika que me enviaron una foto con su berrinche. Adorables todos, encantador y genial el pequeño Lorenzo.

Cuando llegué a Rosario, tenía que acudir al trabajo de Carlota y Kava, que me estarían esperando. Preguntando se llega a Roma y así lo hice para llegar hasta La Rambla del Río Paraná donde los encontraría, desde la terminal de autobuses, a la que al día siguiente tendría que volver.

Ya habían terminado de trabajar, así que tomamos una cerveza y nos fuimos a un chiringuito de la playa cercano, donde se celebraba el cumpleaños del dueño y había organizado un concierto para los clientes y amigos. Seguimos bebiendo cerveza hasta que el evento termino y nos fuimos a casa.

No me quedaría más que esa noche y después de comer seguiría camino hasta un pequeño pueblo llamado Casilda donde me esperaba otro amigo hecho durante el viaje.

Casilda, provincia de Santa Fe

A Juano Moroni lo conocí en Fiyi al coincidir en casa de Johnny, un taiwanés monitor de buceo, que nos acogió durante unos días a través de Couchsurfing. Algo que ya conté en este artículo.

Juano me vino a recoger a la estación de autobuses de Casilda y de allí nos iríamos dando un paseo hasta la casa de sus padres, donde vive. El bueno de Juano me había cedido su habitación para pasar el par de días que estaría en su casa.

A nuestra llegada me encontré con María, su madre, y Toti, su padre, que me esperaban. Más tarde aparecieron Constanza y Juli, las hermanas de Juano. La primera se quedó a la cena y añadió su arte, la segunda tenía una cita con su pareja y no nos acompañó. La conexión con la familia fue inmediata. Con todos tuve momentos especiales o bien cocinando o bien charlando y pasé un par de días realmente bonitos en Casilda.

Jornadas gastronómicas en casa Moroni

La primera noche tenían previsto un asado, la comida o cena de bienvenida de un argentino a un extranjero. Era de nuevo una copiosa cena a base de carne y para rematar unas espectaculares tartas que Constanza, la hermana de Juano, había preparado. Una cena que me dejaría la mitad de la noche en vela, hasta que opté por el bicarbonato y pude dormir del tirón hasta la mañana siguiente.

Amanecí por la mañana y la dediqué a trabajar en el ordenador. En breves iba a ir a La Plata, Natalia había organizado una conferencia y una sesión de DJ y estaba preparando los carteles para anunciar ambos eventos. Por la tarde después de la comida en la que aprovechamos las sobras de la cena y añadimos unas ensaladas, me fui con Juano a pasear y conocer el pueblo. Nos sentamos en la terraza del bar de sus padres en el centro de la población y tomamos una cerveza tamaño familiar.

A la vuelta aprovechamos para hacer la compra. Esa noche me había comprometido a hacer mis tortillas de patatas para que las probasen. Ellos también la ofrecen en el restaurante y querían ver como las hacía y si les gustaban utilizarían mi receta para las suyas. La cena volvió a ser un banquete y a mis tortillas añadieron ellos unos calamares y ensaladas y de nuevo Constanza hizo unas tartas que eran obras de arte y deliciosas.

Las tortillas finalmente llegaron para quedarse y Toti, me pidió permiso para usar mi receta en el restaurante, que por supuesto acepté. No solo era un honor para mi que la receta de mi madre se quedase en Argentina, sino que no veía mejor manera de corresponder a la hospitalidad que me habían brindado esas dos noches que habíamos compartido en su casa.

A la mañana siguiente, domingo, teníamos una invitación para comer en casa de los abuelos de Juano. Nos habían preparado los filetes rebozados o milanesas, especialidad de la casa. Con la emoción olvidé hacer fotos de este momento y no puedo mostraros de nuevo el banquete y por supuesto la amabilidad de esta familia conmigo.

Llegaba la hora de partir, debíamos de ir a la terminal de autobuses ya que mi autobús salía en poco rato. Por la mañana temprano Juano y yo dimos un paseo para comprar anticipadamente mi butaca y poder viajar hasta Corral de Bustos.

La despedida de la familia estuvo cargada de emoción y para rematar Toti puso en mi mano una cantidad de billetes de pesos argentinos. No conocía la cantidad. Lo rehusé en un primer momento, ya que la hospitalidad durante esos días en su casa era suficiente para mi, pero el insistió y me pidió que aceptará una ayuda para seguir camino en mi viaje. Así mismo Juano había pagado el billete de autobús.

Juano se quedó conmigo hasta que el autobús salió. Iba al reencuentro con otro amigo, en este caso con Alejando Scoccia nos unía una amistad desde hacía tiempo, cuando el vivió en España y era colaborador del Festival de Benicassim en el que coincidíamos. Durante mi etapa en Barcelona, fue a uno de los que les pude contar antes de salir, mi aventura y ya entonces me invitó a que cuando llegase a Argentina, pasara por su casa.

Corral de Bustos, el reencuentro con Alejando Scoccia

Durante el trayecto entre Casilda y Corral de Bustos, alrededor de 130 Km, Alejando y yo estuvimos en contacto vía Messenger contándole mi avance para que, llegado el momento, pudiese ir a recogerme a la terminal del pueblo.

Según la hora prevista llegué y allí estaba Alejandro con su moto. La primera parada la hicimos de camino a casa, sus colegas estaban sentados a la fresca y nos paramos a saludar. Conocer a un viajero alrededor del mundo les interesó y pudimos charlar y contarles sobre el viaje, respondiendo a sus preguntas.

Tras ese buen rato nos dirigimos a su casa y allí me encontré con Raquel su madre y Enzo su padre, que ya estaban avisados de mi llegada y habían preparado una habitación cómoda al lado del salón comedor. Raquel estaba cocinado las empanadas argentinas, también populares como el asado, y fue una cena perfecta para acompañar con las cervezas que sus amigos habían traído.

Se montó la fiesta, volvía a darlo todo y me acostaba alrededor de las 5-6 de la madrugada con una buena dosis de alcohol en el cuerpo. Dormí, que no fue mucho, hasta que la resaca me despertó. Alejandro aún había apurado la noche bastante más. Él seguía durmiendo a esa hora y se levantó justo para comer.

Un asado era el menú de mediodía. De nuevo me atiborraba de carne preparada con esmero por Enzo, que tenía una larga experiencia en ello y me lo demostró. Unos de los mejores asados que me había comido hasta la fecha en Argentina.

Por la tarde a reposar la carne y antes de que cayese el sol aprovechamos para ir a la piscina, ya que ese domingo era el último día que iba a estar abierta. El verano austral se había terminado. La piscina estaba en las instalaciones de uno de los clubes de fútbol de Corral de Bustos. En este caso del Corralense, que ese día jugaba y por los altavoces podíamos seguir los momentos más importantes gracias al speaker que daba los detalles del partido.

Esa noche la tomamos tranquila y yo me iba a la cama cerca de medianoche para descansar, al día siguiente teníamos prevista una cena con todos sus amigos en casa.

La comida del lunes la preparamos entre Raquel y yo. Logré convencerla de que tenía que probar mi tortilla de patatas y aunque incrédula por mis dotes culinarias accedió. Cuando las probó me felicitó. Por su parte, Raquel, preparó un pollo al horno con una cantidad abundante de ajos que tanto a Enzo como Alejandro les encantan y que le quedó realmente bueno.

Después de comer una siesta y cuando despertamos Alejandro me llevó al partidillo que juegan cada semana entre los amigos. Él era un buen futbolista, pero no siguió carrera y se notaba que vivía el juego con pasión. Incluso se enfadó por errores de sus compañeros, que cuando se juntaron en casa para la cena, todavía seguía siendo motivo de discusión y conversación.

La cena transcurrió en paz y yo preparé un arroz tipo paella, pero en un disco, que es como llaman en Argentina a unas sartenes parecidas a las paelleras, pero con un fondo profundo, perfectas para hacer el arroz caldoso o meloso.

Finalmente fuimos alrededor de la docena los que nos juntamos. Amigas y amigos de Alejandro, algunos que ya conocía. El arroz español sin azafrán no es lo mismo y Mauro –unos de sus buenos amigos- trajo un potecito sin estrenar para que lo usase. Después me regaló lo que sobró y me vino muy bien para las siguientes paellas que haría.

De nuevo la noche se alargó hasta las tantas de la madrugada y de nuevo me fui a dormir con una buena dosis de cerveza y algún whisky en el cuerpo. Aunque bien amortiguados esta noche por una contundente cena.

Al día siguiente llegaba la hora de partir y había decidido hacer el trayecto entre Corral de Bustos y Buenos Aires a dedo. Mauro de nuevo sería mi salvador, ya que no puso pega a hablar con el camionero que debía de salir de su empresa con carga y pedirle que me acercara.

Sé que no era del agrado de Franco llevar a nadie, sobre todo por el seguro que ya he comentado en algún capítulo de esta serie dedicada a Argentina, pero accedió y sobre las 6.30 de la tarde salíamos con dirección a Buenos Aires.

Yo me quedaría en una gasolinera en San Pedro, ya que quedarme en Zárate, donde el terminaba el recorrido, y a las afueras de la fábrica de Quilmes, donde descargaba y volver a cargar, no era lo más adecuado de madrugada por seguridad.

Era medianoche cuando llegábamos a la gasolinera y allí me quedé, esperando que algún otro camionero o conductor parase para descansar y volviese a pillar la ruta a la capital.

El frío comenzaba a caer y pasé la noche en vela preguntando a quien aparecía por allí por un hueco en su automóvil o camión. No pudo ser y agotado, mientras cargaba el teléfono en el restaurante de la gasolinera, eche una cabezada para recuperar fuerzas.

Por fin sobre las 6 de la mañana Lucas un camionero con el que me había saludado por la noche y al que había preguntado, aceptó acercarme hasta Campana, donde él llegaba, que era perfecto para subirme a un tren y llegar sin más demora a Buenos Aires.

A las 7. 30 ya estaba en marcha y tenía intención de pasar un par de días más en Buenos Aires antes de ir a La Plata para dar la conferencia del viaje. Pero esto será la historia del próximo capítulo de mi paso por Argentina.

Hasta entonces y como siempre…

¡Pura Vida!

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