Irán 3ª parte. Teherán, la capital iraní: toma de contacto.
Hablar sobre Teherán va a ser largo. He estado más de 15 días en la capital de Irán, compartiendo la vida con gente local que me ha tratado como a uno de los suyos. Ha dado para mucho en este tiempo, aunque se han quedado cosas pendientes tanto en la ciudad como en el país. Por lo tanto volveré, en algún momento cuando mi viaje termine, volveré.
Mi viaje a Teherán
Para empezar recordaré que mi viaje a Teherán comenzó cuando Reza Civil, de Tabriz, me regaló el billete de autobús desde su ciudad hasta la capital iraní. Era un autobús de clase VIP, con espacio y confortable, aunque solo pude dormir a trompicones. El run run del motor, el traqueteo del vehículo, la posición que debes de adoptar en el asiento y las distintas paradas que realiza en un camino de más de 11 horas, hicieron que el descanso no fuese cómodo y que llegase agotado y desorientado a mi destino. Reconozco que algo acojonado también.
Quizás por esta circunstancia y por el desconocimiento del idioma, uno de los buscavidas que están en la estación intentando captar clientes para los taxistas me engaño y no pude reaccionar a tiempo para salir ileso de su asalto.
Yo buscaba un lugar de descanso y un guesthouse que resultaría barata me servía. No quería lujos que no me puedo permitir, así que le enseñé las notas que Reza me había escrito en persa y el personaje en cuestión me ofrecía una habitación por 400.000 riales. No acepté.
Mientras sucedía todo esto otro iraní mayor se acercó y comenzó a ofrecerme otra cosa. Yo supuse, por sus gestos afirmativos a lo que le enseñaba en mi papel, que me pedía los 200.000 riales que había apuntados, pero solo fue un espejismo. Finalmente lo barato, me salió caro.
Incluso cuando varias personas nos subimos al mismo coche seguía pensando que iba a una casa o guesthouse, pero conforme mis acompañantes fueron bajando y pagando por el camino, empecé a intuir que no era así y que me había dejado engatusar de nuevo en Irán. Los buscavidas me la volvían a jugar.
Abel que venía con su hija y se sentaba a mi lado y que al parecer eran personas adineradas -la pequeña había estudiado cine en Londres- me insistió que tenía que pagar al conductor y me quitó un billete de 500.000 riales de la mano para entregárselo. Yo inmediatamente lo recuperé tirando de él y antes de preguntar que estaba pagando, que todavía no lo sabía, le señalé a Abel que era la primera y última vez que hacía algo así con mi dinero. Todo de buen rollo, pero quedó claro mi malestar por su gesto.
La movida con el taxista
Abel y su hija se bajaron al momento. El taxista entonces me dijo que el precio eran 300.000 riales y por una carrera de taxi. Yo había pactado con el buscavidas 200.000 por una casa y al final me encontraba discutiendo con un taxista, en la puerta de un hotel muchísimo más caro y con un problema serio por tener que pagar más dinero del previsto.
El conductor seguía insistiéndome en el pago de la carrera, yo en mis trece de que había sufrido un engaño y ninguno dábamos nuestro brazo a torcer en la negociación. Además ¡estábamos discutiendo en idiomas diferentes!
En un momento dado un señor que estaba sentado al lado escuchándonos y supongo que sin llegar a creerse lo que estaba viendo se acercó, puso calma y nos sugirió entrar al hotel para que nos ayudasen con el idioma. Imagínate yo en inglés con mi pinta de «guiri» y con el dinero en la mano, él en persa, tira y afloja, la imagen que dábamos en plena calle. Para llamarnos la atención, sin duda.
Teodik que era el nombre del recepcionista me recomendó pagar y dejar correr las cosas. Enfadado conmigo mismo por mi torpeza, y a regañadientes finalmente acepté y pagué. Ya estando en el hotel y con Teodik de aliado, aproveché para conectarme al wi-fi y enviar un mensaje a Maehde la chica que me había ayudado el primer día en la frontera iraní. Estuve esperando respuesta pero no conseguí contactar con ella, seguramente era muy temprano.
Así pues tome la decisión de seguir buscándome la vida para encontrar un lugar donde dejar mis mochilas y descansar. Pregunté a Teodik si conocía algún lugar más barato que el hotel -una noche costaba más de 1.000.000 de riales- y me indicó ir al final de la calle y dando la vuelta a la esquina seguro encontraría alguna guesthouse, que por supuesto saldría mucho más barata.
Buscando un guest house en Teherán
Hacía allí fui e inseguro, volví a preguntar por un guesthouse a unos muchachos que tenían una tienda en la esquina -es la zona del bazar de repuestos y complementos del automóvil de la ciudad-. Los hermanos Hamid y Sobhan Hoseini me ayudaron y este último me acompañó a buscar uno que conocía en la zona. En el primero me echaron sin contemplaciones aduciendo que era un lugar para pobres y que no tenía cabida allí un extranjero: con lo segundo acertaron, con lo primero se equivocaron.
No importó, Sobhan me esperaba a la salida, al final de la calle y entendiendo mis gestos de que no me aceptaban, me acompañó a un segundo. Allí pude pernoctar por 350.000 riales la noche, que acepté finalmente pagar, ya que estaba cansado y quería dejar mis mochilas cuanto antes. Había intentado rebajarlo a los 200.000 riales que me había empeñado en pagar, pero no hubo manera. Reza, Majid y Hosin que estaban al cargo del lugar me invitaron a compartir su desayuno y pudimos estar un rato divertido, comiendo e intentando entendernos. Su inglés y mi farsi eran del mismo nivel, cero.
Tras el desayuno y dejar mis cosas controladas, recuperé mi pasaporte y en vez de descansar me fui a ver de nuevo a Teodik que parecía el único con posibilidades de ayudarme realmente. Necesitaba saber dónde me encontraba y donde encontrar las embajadas que tenía que visitar de Asia Central para comprar los visados de entrada a sus países. Me recomendó primero comprar un plano de la ciudad y me indicó un kiosco cercano donde podía hacerlo. El mapa era como una sábana de grande.
Me señaló las embajadas de Turkmenistán y Uzbekistán y de paso también la española. A esta última quería ir para avisar de que estaba por allí y conocer a mis conciudadanos diplomáticos. Me quedé acojonado, todas estaban alejadas entre ellas y del centro. Tenía que recorrer Teherán de cabo a rabo, y tenía el handicap del presupuesto, pero no había más remedio. Además como el visado iraní era limitado en el tiempo, tenía que darme prisa en hacer todas las gestiones.
Lo siguiente que le consulté, viendo que iba a ir para largo mi visita a la capital, fue por una tienda de telefonía móvil para comprar una tarjeta SIM. Teodik me sugirió ir hasta la cercana estación de metro de Imán Jomeini donde la encontraría.
La tarjeta SIM para tener llamadas
La tienda, en los sótanos de la estación, estaba bien a la vista y además llena de gente. Como pude, pille turno de una maquina expendedora de turnos sin saber muy bien si lo que estaba haciendo, era correcto o no. El persa era el único idioma en el que la maquina daba las instrucciones y entregaba los números y por mi cara, supongo que era evidente que estaba muy perdido. Entonces, para mi sorpresa, vino Mohamed he hizo de interprete.
Durante el rato que estuvimos hablando se acercaron numerosos curiosos con ganas de saber quien era ese extraño con sombrero y que hablaba tan animosamente en inglés con un iraní. Con las indicaciones de Mohamed supe que la espera para mi turno iría para largo y decidí salir a la calle a pasear por los alrededores y hacer tiempo.
Cuando subía las escaleras de la estación estando casi ya afuera, alguien me cogió del brazo para llamar mi atención. Era Mohamed que me decía que tenía un número consecutivo al suyo ya que había impreso dos y que me lo regalaba para que me atendiesen más rápido.
Cuando me tocó el turno, en la ventanilla me atendió Behzad, muy amable y con el detalle de buscarme un número fácil de recordar. Además mientras charlábamos y yo pagaba me invitó a ir a una fiesta nocturna que el mismo organizaba con DJ’s. Aunque me hubiese gustado decidí no ir, mi prioridad era descansar para a la mañana siguiente estar fresco. En ese rato en la ventanilla pude conocer también a Abdollah que me invitó a ser mi anfitrión durante mis días en Teherán. Tampoco lo volví a ver, aunque agradezco mucho su gesto espontáneo conmigo, un desconocido.
Tras conseguir mi número de teléfono iraní y despedirme mis benefactores improvisados y de Mohamed, pude localizar a los que serían mis anfitriones durante toda mi estancia en Teherán.
Reencuentro con mis amigos de la frontera turco-iraní
Ya estaba andando por la ciudad viendo algunas zonas cercanas a la estación de metro. También había podido enviar un nuevo mensaje a Maehde con el número recién adquirido y esta vez sí, me respondió enseguida. Además había visto el anterior y había hablado con su tío Majid para explicarle que yo ya estaba en Teherán.
Me pidió que esperase y que no me alejase mucho, se iba a poner en contacto de nuevo con él para darle mi número. Me senté en un bordillo de un jardín y esperé. Poco rato después Majid me llamó y me dijo que volviese sobre mis pasos para quedar en la taquilla de la estación. Pasaron 10 minutos y un muchacho joven y grandote se me acercó preguntando si era Fernando. El era Ali, un trabajador de la tienda de Majid que éste había enviado para recogerme.
Ali me ofreció elegir entre una moto taxi o ir andando hasta la tienda de Majid. Finalmente llegamos paseando. Allí estaba Majid – mi salvador en la frontera a mi llegada a Irán– y me reencontraba con él. Majid me presentó a todos sus trabajadores, entre ellos Nader, su mano derecha y que desde esa noche sería mi anfitrión, cediéndome un espacio en su casa para poder descansar.
Realmente mis días en Teherán a partir de ese momento fueron como un sueño hecho realidad. No se lo que hubiese hecho sin la ayuda y dedicación de Majid y toda la gente alrededor durante las más de dos semanas que estuve allí. El tema de los visados se complicó más de la cuenta y por ello, entre otras cosas, tuve que extender mi visado iraní. Pero estas historias las dejo para el próximo artículo dedicado a Irán y Teherán.
Hasta entonces y como siempre…
¡Pura vida!