Cuando terminó mi tiempo en Huangshan, estaba con ganas de cambiar. No porque me encontrase a disgusto en el hostel, donde trabajé durante un mes y medio como voluntario, sino, porque un frío intenso se instaló en la ciudad desde primeros de diciembre y trabajar sin aire acondicionado, como ya comenté en el primer artículo dedicado a Huangshan, me estaba afectando considerablemente. Tenía un catarro que empeoraba con los días y hacía que mi moral bajase por momentos.
El próximo destino era Dongguan al sur, en Cantón, donde las temperaturas, si bien seguían siendo frías por la época del año, se suavizaban y me ayudarían a recuperar la salud. El tren partía de Huangshan de noche, tendría por delante más de 16 horas para llegar y, además, no lo hacía directamente a la ciudad, sino que tenía que cambiar en la estación de Dongguan Dong, que viene a ser la estación del este de Dongguan, a unos 40 km de mi destino final, con otro cambio más de estación entre medias.
Este pequeño detalle hacía que tuviese que buscarme la vida para poder llegar a la estación de Dongguan, en la misma ciudad, donde Dumpling mi anfitriona me estaría esperando para llegar a mi nueva casa: el último destino previsto en el gigante asiático durante esta 1ª parte del viaje.
El viaje al ser en vagón litera, que, por cierto, pagaron Joe y Edison cumpliendo con el acuerdo al que llegamos antes de ir a trabajar con ellos, fue tranquilo, pude descansar y llegar relajado. A la salida de la estación y, como siempre, un montón de taxistas esperando para ofrecer su viaje muy barato, para llegar a mi destino, aunque como no podía permitirme ese lujo me los quité de encima y avancé. Llegué a la altura de un puesto de la policía y allí pregunté por otras opciones de transporte.
En busca de mi siguiente tren
Ahí me encontré con el handicap del idioma. Aunque Liu Hui, el policía, muy avispado, me sugirió llamar a quienes me estaban esperando para poder hablar con ellos y saber que es lo que necesitaba y quería. Llamé a Dumpling, que entabló una conversación con el policía y, que al finalizar, me pidió que le acompañara. Durante este tiempo alrededor nuestro se arremolinaron un montón de personas que no paraban de hacer gestos y hablar con sonrisas de oreja a oreja. Podía imaginar que era lo que decían, el policía les pidió que se dispersaran, volviesen a sus que haberes y nos dejasen tranquilos.
Me acerqué con el policía hasta la comisaría y volvimos a llamar a Dumpling, que en ese momento me explicó que tenía la opción de una taxi o un autobús hasta la estación de Changping y, de allí, con otro tren llegar hasta Dongguan. El policía entendió que estaba totalmente despistado y tardaría en encontrar el buen camino, así que llamó a tres compañeros suyos y me invitaron a acompañarlos.
No estaba muy seguro de donde, pero cuando abrieron la puerta trasera de la tanqueta antidisturbios y me ayudaron con las mochilas, entendí que iban a hacerme el favor de llevarme hasta la próxima estación. Así fue. Ya allí, avisaron a sus compañeros que estaban haciendo vigilancia y estos me acompañaron hasta la taquilla, me ayudaron a comprar el billete y posteriormente me acompañaron hasta la puerta por donde debía de acceder, dando instrucciones al personal de la estación para que me ayudasen a entrar en el tren cuando debía de hacerlo.
Sin querer, ni esperarlo, había tenido una escolta y un transporte de lujo. A partir de aquí siguió siendo todo fácil. Varios trenes iban en la misma dirección, así que incluso pude ir en uno que pasaba media hora antes que el mío. Un tren rápido, que, para nosotros, es el AVE. Y, en 10 minutos estaba en Dongguan. Seguí las instrucciones de Dumpling y esperé a que llegase a recogerme, no sin antes preguntar a Wong Chi, un viajero chino que hablaba inglés y me ayudo con su teléfono a avisarle de que ya estaba allí.
La familia y los voluntarios
Dumpling se retrasó un poco según el horario acordado, pero para mi era un detalle sin importancia, ya que estaba donde tenía que estar y la buena temperatura del ambiente me hacía sentir muy bien. Además, me daba tiempo a pensar en lo que había vivido con la policía china, que nuevamente me volvió a sorprender con su amabilidad y disponibilidad para ayudar. Cuando llegó Dumpling nos presentamos y me pidió disculpas por el retraso, nos dirigimos hasta su coche aparcado en las inmediaciones y desde ahí a su casa, que también está en un suburbio a las afueras de Dongguan, pasando antes por el colegio de Eva, su hija mayor que salía a esa hora y tenía que recogerla.
Nada más llegar me encontré en la casa con otros tres voluntarios: Lia china y su compañero Thomas de USA. También estaba Allyson de Inglaterra. Se estaban encargando de hacer la cena. Sentado en la mesa del centro de la casa, estaba John, el marido de Dumpling y Summer, el pequeño de la casa con el que enseguida conecté. A Eva y Summer les pille mucho cariño, quizás con Summer tenía una relación mayor, también es verdad que estaba en casa todo el día y vivíamos muchas cosas juntos, que con Eva no fue así, por ir al colegio. Dos niños encantadores, simpáticos, inteligentes y que están viviendo cosas increíbles para su edad.
No deja de sorprenderme que estos niños están viendo pasar gente de otras nacionalidades cada cierto tiempo, a algunos les pillarán cariño, más que a otros, pero en definitiva están aprendiendo lo que es la vida en si misma: «nada es para siempre» desde muy pequeños. Además de practicar el inglés con distintas personas, que enriquece todavía más su conocimiento del mismo.
John y Dumpling, son un matrimonio especial. Dumpling trabaja fuera de casa, se encarga de la contabilidad de una empresa y, cada día de camino, lleva a Eva al colegio y la recoge al salir del trabajo. Con John, que se encarga de las labores de la casa y de cuidar del pequeño Summer, pude hablar alguna de las mañanas que trabajábamos juntos haciendo cosas necesarias para la casa y el huerto. Coincidíamos en la visión de la educación en este momento, en el que la competencia es el máximo y no la colaboración y que en China se ha impuesto de una manera salvaje. John era profesor y dejó el trabajo para poder comenzar un proyecto personal de educación más acorde con sus creencias y visión.
La escuela que han montado quiere llegar más allá y enseñar a los niños con la práctica y jugando; enseñando en el huerto y con las instalaciones que tienen en el edificio, apoyándose en voluntarios, que al final y al cabo enriquecen a los pequeños con sus historias y culturas. Cuando yo estuve, no había un gran movimiento de alumnos, pero ahora que los sigo y veo sus avances, se nota que el proyecto está cogiendo forma y se va a consolidar como una escuela alternativa en China.
El trabajo
Durante los fines de semana o días de fiesta, que en diciembre hay varios también en China, organizaban jornadas con padres y pequeños a los que les mostrábamos el huerto. Dumpling les explicaba muchos detalles de lo que estaban viendo y, tras el paseo y algunos juegos para abrir el hambre, llegaba el momento de la comida. De hacerla se encargaban Dumpling y John ayudados por Lin Feng Zhen la madre de Dumpling que siempre está por la casa, ya que son vecinos cercanos y cuida de los animales y el campo. Excepcionalmente algún invitado también cocinaba algo. Yo me encargaba de enseñar a los niños y niñas a freír huevos, para que comiesen ellos y sus padres.
Durante estas jornadas, nuestro trabajo era montar todas las mesas y sillas para los invitados e ir preparando las distintas cosas, necesarias, para organizar correctamente las jornadas. Una de ellas fue durante la Navidad y los voluntarios que estábamos allí nos encargamos de contar como se viven las fiestas en nuestros países de origen y hacer partícipes a los niños con sus preguntas y posteriormente con sus propios comentarios acerca de esta fiesta. Cada fin de semana había algo distinto que hacer y que ofrecer a los niños.
Además de esto, cuando era necesario algo en la zona del huerto, me encargaba de ayudar a John con ello y cada día, tras la comida y la cena, era yo quien recogía la mesa y fregaba los platos. Algunas veces pude preparar mi tortilla de patatas, que como siempre y me alegra decirlo, a todos les encantó. No puedo decir lo mismo de mis intentos de cocinar la comida al estilo chino, a John no le gustaba, él respetuoso no me lo dijo, aunque yo lo noté y desde ese momento preferí que fuese él quien cocinase a mediodía para nosotros, ya que por la noche era Dumpling quien se encargaba y realmente lo hacía muy bien. La comida de Cantón es muy famosa en todo el mundo y también muy distinta de lo que había comido hasta entonces en China.
Por último y al quedarme en durante la mayor parte del tiempo como único voluntario, también me encargué de sacar la vida adelante de cuatro cachorros de perro de raza chow chow, que la madre, perra de la familia, había abandonado al nacer. Pero entre todos queríamos sacarlos adelante y hacer que sobrevivieran. Pude mantenerlos con vida y que creciesen más o menos bien. Se que al irme yo, la perrita más pequeña, mi preferida por otra parte, no sobrevivió y murió a los pocos días. Una pena cuando me enteré de la noticia. Supongo que los demás estarán ahora crecidos y sanos.
Las celebraciones
Como voluntario, tuve la suerte de vivir varias celebraciones con la familia. En una ocasión un familiar, para celebrar que se cambiaba de casa, invitó a toda la familia. Éramos más de 200 invitados, todos a comer. La verdad es que viendo el despliegue de medios y alimentos saqué la conclusión de que la casa debería de ser inmensa y el anfitrión de la fiesta, como poco, adinerado.
Otra de esas fiestas que viví y que me hizo especial ilusión, fue una boda al estilo chino. La mayoría de los chinos no tienen una religión que practiquen, por lo que lo de las bodas, no conlleva la ceremonia en una iglesia o templo y todo se celebra en el mismo restaurante. Es curioso, y chocante, para un occidental de tradición católica como yo, aunque no crea en la religión, ver que la ceremonia se realiza poco antes de la cena en el mismo restaurante.
Allí los novios hacen un pequeño paseo para llegar hasta un escenario decorado para la ocasión, acompañados de la corte de doncellas que les abren el paso. En el escenario un speaker se encarga de hacer las labores del cura y los padres de la pareja también participan activamente. Todo se hace en unos 20 minutos y tras eso comienza el banquete ¡Y lo es! Un montón de comida es servida a los más de 500 invitados que llenábamos el comedor y, de los cuales, yo era el único occidental. Tras la cena, ya que se celebro en la tarde noche, una comitiva compuesta por los padres de la parejas y los novios van de mesa en mesa brindando con todos los invitados, aunque ellos realmente no beben ¡imaginad como acabarían si lo hiciesen! Bueno, algún trago si que dan.
En ambas celebraciones y tras el banquete me llamó también mucho la atención que no se extienda la fiesta hasta altas horas, como ocurre en las nuestras. En China, los invitados disponen la comida que ha sobrado, que los camareros van pasando a platos más pequeños conforme sirven los siguientes para que pueda caber todo en la mesa, y la meten en recipientes para llevar a casa. Todo se aprovecha, nada es retirado hasta que los invitados han abandonado sus mesas. Mucha comida servirá para alimentar a los animales caseros, pero mucha también servirá para que la familia coma al día siguiente. Tras esto, despedidas y todo el mundo a su casa. Supongo que algunos quedarán y se irán a tomar unas copas, pero tampoco estoy muy seguro, no lo pude comprobar.
También viví varios cumpleaños. El del padre de Dumpling que se celebró en la casa materna con la familia más cercana y yo como invitados y el de uno de sus sobrinos, muy pequeño y que todavía no sabía muy bien porque estábamos todos allí dándole regalos y comiendo una tarta.
En esta pequeña celebración me di cuenta de que realmente Dumpling, John, Summer y Eva, son una familia muy unida y que saben divertirse todos juntos. Con la tarta en la mesa y sin acabar, comenzaron entre todos a pintarse la cara con la nata y fue un momento que considero mágico ya que se veía la alegría y la práctica en ello. Así que no sería la primera vez. Summer también me demostró que es un showman.
Sin embargo las fiestas de Navidad y año nuevo, tal y como las conocemos nosotros no las viví con la familia. Me sentí algo extraño por ello, era mi primera Navidad fuera de mi entorno y en una cultura totalmente diferente a la nuestra. Ambas jornadas discurrieron como un día cualquiera.
El final
Durante mi estancia en Dongguan, pude informarme que en la ciudad cercana de Guangzhou existía un consulado vietnamita donde podía ir a solicitar mi visado. Vietnam era mi próximo destino y es un país que exige tener pegado el mismo en el pasaporte con antelación, al contrario que sus vecinos, Laos y Camboya, donde puedes comprarlo directamente en la frontera. Un día me acerqué hasta Guangzhou y quedé con Emily, que había podido conocer en Huangshan como clienta del hostel y que vive allí. Ella me acompaño a hacer las gestiones. Tardaron 3 ó 4 días en enviármelo a casa directamente con un mensajero, que por supuesto tuve que pagar por adelantado en el mismo consulado. Fue además una buena mañana para poder conocer la capital cantonesa, de paso moverme por mi mismo hasta casa con el tren y varios autobuses y aprender el camino, por si tenía que repetirlo.
Había entrado en China el día 9 de octubre y tenía 90 días para estar legalmente allí, así que calculé que mi visado de Vietnam era para el día 9 de enero, pero ¡¡¡no!!! me había equivocado, ya que octubre y diciembre tienen 31 días, así que si cruzaba el día que tenía previsto, me pasaba en 2 días y me podría acarrear problemas con las autoridades el día que abandonase el país.
Anticipo mi partida de Dongguan
De esto me di cuenta el día 3 de enero, por lo que lo comenté con Dumpling y John y cuando hablaron con un familiar que era policía, les recomendó que no me tuviesen más allá de la vigencia del visado en su casa. Dumping me dijo que la multa que les podía caer si la policía les hacía una visita estando yo allí era muy elevada y, difícilmente, asumible por la familia, así que me invitaron a irme un par de días antes de lo que habíamos acordado. Lo acepté y John me ayudó a redactar una carta para entregar en la frontera con Vietnam, ya que mi idea inicial era la de quedarme en un hostel en Nanning un par de días, esperando a la fecha de entrada que tenía en mi pasaporte.
Otra de las sorpresas que me llevé es que al pagar el visado había vaciado mi cuenta bancaria y no disponía de más de 10€ para viajar, comer y pagar el hostel. Tuve la fortuna de contar con la ayuda de unos amigos españoles que me enviaron dinero a mi cuenta y de que mi tarjeta de crédito, que creía que no la podía utilizar, estaba disponible para poder sacar algo de dinero. Dumpling y John, para mi sorpresa, me entregaron el día de mi partida en la misma estación de tren 200 RB que me ayudaron mientras llegaba el préstamo a mi cuenta.
Toda la familia me acompañó hasta la estación de Dongguan para despedirse de mi. Mi próximo destino era Nanning, ciudad no muy lejana de la frontera, donde tuve que de nuevo cambiar de planes y seguir camino hacia la frontera antes de lo previsto y de nuevo la policía china me sorprendió por su amabilidad conmigo. Pero esta historia la contaré en mi próximo artículo.
Hasta entonces y como siempre…
¡Pura vida!