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descubriendo Hengchun
Taiwán V: Descubriendo la isla de Formosa (3ª parte): Hengchun.
Taiwán V: descubriendo Hengchun y la también conocida como isla de Formosa durante 10 días. Esta es la 3ª y última parte del tour por las escuelas de Taiwán.

Taiwán V: Descubriendo la isla de Formosa (3ª parte): Hengchun.

Taiwán V: descubriendo Hengchun y la también conocida como isla de Formosa durante 10 días. Esta es la 3ª y última parte del tour por las escuelas de Taiwán.
descubriendo Hengchun

Taiwán V: Descubriendo la isla de Formosa durante 10 días (3). Hengchun

David me llevó en su coche hasta la estación de ferrocarril de Chaozhou desde donde llegaría a Fangliao y cambiaría al autobús para llegar hasta Hengchun.

Antes pasamos por una cafetería, para poder comprar un par de cafés, y por el mercado, ya que quería David darme un obsequio comestible para mi viaje.

Yo había desayunado con Zhāng Xiù Yún (張秀雲) y Lǐ Xūn Táng (李勳堂), su marido, que estaban esperándome levantados. De nuevo mi desayuno fue a base de las tortitas de cebolla, que el día anterior Grace me había preparado.

El viaje en tren hasta Fangliao de nuevo fue rápido y cómodo.  Los trenes funcionan muy bien en Taiwán. Ya en Fangliao tenía que encontrar los autobuses hasta Hengchun. Por suerte, la noche anterior un familiar que conocía el trayecto me ayudó con las indicaciones. Compré el billete y el amable señor que me lo vendió me acompañó hasta la parada al otro lado de la calle, a unos 100 metros.

Iba bien coordinado y en un par de horas llegué a Hengchun: eran las 10 de la mañana. Me bajé en la parada del  centro de la ciudad y en un 7Eleven -que en Taiwán son numerosos- pude conectarme a internet, comprar una de las leches vegetales que tanto me gustaron y avisar a Sandra de que estaba allí.

Hengchun, final de la gira taiwanesa

Sandra llegó rápido en su coche. Fuimos directamente a su casa, donde su marido nos esperaba, y lo primero que hicimos fue comprobar en la cocina que tenían y que faltaba para ir a hacer las compras. Iba a preparar una cena, pero comenzaría pronto con los preparativos.

Sandra me dejó una scooter para movernos por Hengchun y hacer las compras. Antes de ir al mercado local, pasamos por la casa de su suegra y recogimos algunos ingredientes que ella tenía y yo necesitaba.

De nuevo pizza, arroz caldoso de marisco, la tortilla de patatas, escalibada, una ensalada de tomates, gambas al ajillo y me arriesgué a preparar el brócoli con salsa de ostras como había aprendido a hacer en China y para otros chinos -la mejor manera de comprobar que elaboraba correctamente la receta-.

Hice la tortilla nada más llegar con la compra y tal y como la terminé, comenzamos a comerla. También puse al fuego el agua con sus verduras y pescado para tener el caldo listo cuando llegase el momento de preparar el arroz. Dejamos algo de tortilla para los comensales que vendrían por la tarde.

Descubriendo Hengchun

Antes de seguir con la cena, Sandra me propuso ir a dar una vuelta por Hengchun y conocer la ciudad. Hengchun se creó en el siglo XIX durante la dinastía Qing para proteger a los marineros de los sacrificios de los aborígenes tras la matanza de Mudan en 1871.

Los restos de la vieja muralla que rodea la ciudad están en perfectas condiciones -según las últimas mediciones tiene 2550 metros de longitud– y prácticamente la rodeamos para ver las distintas puertas que existían en la ciudad -los cuatro puntos cardinales- que se mantienen también en perfecto estado y que actualmente nunca se cierran porque carreteras asfaltadas las cruzan.

Hengchun significa en chino Eterna Primavera y así se confirma por sus temperaturas más suaves que en el resto de la isla durante todo el año. Las noches suelen ser más cálidas y por la mañana suele hacer más fresco que en el resto de Taiwán. Cerca de Hengchun se encuentra el Parque Nacional de Kenting lo que hace que la zona sea el centro turístico más importante del país.

Cocinando la cena banquete en Hengchun

A lo largo de la tarde fueron llegando amigas de Sandra que también querían aprender a cocinar platos españoles. Tuve que repetir la masa de la pizza, ya que fallé en algún paso -añadí el agua demasiado caliente, me temo- y la levadura no hizo la reacción química esperada. En el segundo intento quedó perfecta y preparé suficiente para cocer también una barra de pan.

La cocina era un jolgorio y, entre plato y plato, cayó alguna cerveza. Una vez más, las recetas españolas y la pizza dieron buen resultado y todos disfrutamos de una buena y entretenida cena.

Después de cenar y de un rato de charla, Sandra y yo fuimos al mercado nocturno. Un paseo era una buena forma de bajar tanta comida y preparar el cuerpo para el descanso. De nuevo fuimos con el scooter, que en las calles tortuosas y estrechas de la pequeña ciudad era la manera más ágil de movernos.

Para sorpresa de Sandra, el mercado estaba a punto de cerrar. Aun así, pudimos comprar unos zumos naturales que disfrutaríamos en casa. Aprovechamos también para comprar el billete de tren del día siguiente desde Kaohsiung a Taipei. Y al parecer tuve suerte, ya que, según me comentó Sandra, es difícil encontrar plazas libres con tan poco tiempo de antelación.

Pasé una noche incómoda: los mosquitos no me dejaron dormir y estuve en vela casi toda la noche. Cuando amaneció, parecía que había estado de fiesta y tenía una fuerte sensación de resaca. La ducha me ayudó a despejarme un poco.

En la escuela de Hengchun

Sandra llegó con un poco de retraso de la hora convenida. Esa mañana teníamos que ir a la escuela donde es profesora para charlar con los niños. La compra anticipada de mi billete de tren me otorgaba más tiempo para hacer unas conferencias que, en un principio, no estaban previstas. Con este cambio, las dos horas que tenía se aprovecharon para visitar dos clases.

Sandra llevó a la escuela parte de la cena que no habíamos terminado para que los niños probasen platos diferentes a los que están acostumbrados. Para mí, era la prueba de fuego: si a ellos les gustaba, habría tenido éxito. Y así fue. Únicamente podían probar una tapa, pero todos lo hicieron y me dijeron que les había gustado.

Entre clase y clase, sesión de fotos. Durante el recreo, al terminar mis conferencias, jugamos un rato al baloncesto y al fútbol. Antes, me habían hecho entrega de otro diploma de mi paso por la escuela y algunos regalos.

Sandra me llevó en coche hasta la parada de autobuses, compramos el billete hasta Kaohsiung y no tenía que esperar mucho a la salida. Nos despedimos y me dio tiempo a ir a la oficina de correos para enviar algunas postales desde Taiwán a los amigos alrededor del mundo que siguen apoyando mi viaje.

Kaohsiung conexión de transportes con Taipei

En Kaohsiung el autobús me dejó cerca de la estación de ferrocarril donde había llegado tres días antes, por lo que el entorno se me hacía familiar. Tenía tiempo de sobra antes de que mi tren partiera, así que aproveché para comer y dar un paseo, pero no fui muy lejos debido a la mochila.

El tren salió a la hora prevista. Durante el trayecto pude conectarme a internet con dispositivos de otros viajeros que tenían abierta su conexión, lo que me ayudó a concretar mi cita con Rocío y Leticia, que me esperaban para ir a cenar y buscar un hostel donde pasar la última noche antes de mi vuelo de vuelta a Filipinas.

Como no podía ser de otra manera, mi despedida de Taiwán también se hizo con una cena banquete con mis amigas, que me invitaron a un restaurante más parecido a los restaurantes chinos que conocemos en España.

De nuevo en Taipei, diciendo adiós a Taiwán

Comencé mi viaje por Taiwán en un hostel de patos y lo terminaría en un hostel de osos: del Duckstay al HeyBear.

HeyBear es un hostel-cápsula muy apañado y que resultó ser toda una novedad y una sorpresa muy agradable. La cápsula dispone de todo en su interior -incluso TV de buenas medidas- y se cierra completamente, lo que otorga un descanso más placentero y una seguridad cuando no la ocupas.

Pasee por esa zona de Taipei durante toda la mañana mientras hacía tiempo hasta la hora en que Rocío y Leticia pasarían a recogerme para llevarme al aeropuerto.

De nuevo mis amigas se hacían cargo de mí. En su coche me acercaron al aeropuerto y me hicieron compañía hasta que el avión salió. El vuelo iba con retraso y nos entretuvimos en la zona de restaurantes traduciendo al chino un texto en español que había preparado para despedirme de toda la gente que había conocido y se habían portado tan bien conmigo.

Casi llego tarde al embarque por querer terminar y publicar el post en mi perfil de Facebook, aunque luego incluso tuve que esperar un tiempo hasta que nos llamaron. Rocío estaba preocupada por si me quedaba en tierra, así que me hizo saber que me esperaban a la salida por si necesitaba improvisar el viaje de vuelta.

El vuelo era nocturno y en Cebú debía esperarme Horst con el pequeño Prince. Cómo llegaba con retraso, según el horario que tenía marcado en un principio, tenía dudas de que Horst hubiese visto mi correo avisándole con el cambio; pero si,  lo había recibido y justo cuando yo salía por la terminal, llegaba con el coche de alquiler.

Filipinas: una larga parada en el viaje

Prince se alegró de verme de nuevo después de un mes y me lo hizo saber saltando y tratando de viajar conmigo mientras conducía de vuelta a Danao, donde tenemos el velero, a unos 50Km de Cebú.

Una nueva etapa filipina se re-abría y en esta ocasión para pasar un largo tiempo en el país cuidando el velero con el que recorrí el Océano Pacífico los meses pasados. Estas serán, junto con mi llegada por mar a Filipinas, las historias de mis próximos artículos en el blog.

Pero antes 10 puntos de información básica que destaco por si visitas Taiwán:

  • Los españoles tenemos tres meses de visado gratis. Solo tienes que sellar el pasaporte a tu llegada y a disfrutar del país.
  • La moneda es el Nuevo Dólar Taiwanés, que se cambia a 1€ = 32NTD a día de hoy. Los bancos cobran comisión por cambiar y normalmente el cambio es menor al que te he dado. El banco de Taiwán, no cobra comisiones, pero el cambio incluso es menor a los demás bancos comerciales.
  • En el aeropuerto de Taipei podrás cambiar casi cualquier moneda que lleves, pero en la ciudad, solo las más comunes como: USD, Libra, Euro o Yen.
  • Los taiwaneses son personas amables y atentas con los extranjeros que los visitan. Si tienes dudas, pregunta. No son muchos los que hablan inglés, pero se harán entender. Igual hasta te encuentras a alguno que habla español, como me pasó a mi en un tren. O mi amiga Rocío, sin ir más lejos, que lo estudió en la universidad.
  • Cuando llegues a una estación de tren, pregunta por la tarjeta Easycard. Te servirá para usarla en todos los transportes públicos, cine, museos y algunas tiendas y cadenas comerciales como 7Eleven. Este enlace te lleva directamente a la web de la tarjeta (en inglés).

 

  • Si eres fumador y cruzas un parque o una plaza pública, apaga el cigarro o no lo enciendas. Puede caerte una multa considerable. Hay zonas habilitadas para fumadores alrededor. En este artículo de Taiwán, te hablo de ello en detalle.
  • En el MRT o metro y también en los autobuses urbanos está prohibido comer o beber. También te puede caer una multa si te pillan. En los trenes de larga distancia o autobuses no hay problema. En los ferrocarriles incluso tienes vendedores de comida y bebida durante todo el trayecto
  • Comer en los mercados nocturnos es una de las mejores opciones en Taiwán. Son numerosos, baratos, con comida variada y mucho color y animación. Durante el día, encontrarás restaurantes a pie de calle, que sirven variedad y, normalmente, calidad, a muy buen precio. Entre 2 y 3 euros te servirán para quedarte satisfecho. Por supuesto los hay más caros.
  • El marisco y el pescado es de gran calidad. Es una isla y la pesca abundante. En los mercados encontrarás muchos moluscos y mariscos vivos para comprar.
  • Así mismo los vegetales también son numerosos y frescos. Desde luego comprar en los mercados y cocinar para ti mismo, es la opción más económica.

No te pierdas Taiwán merece la pena una visita y disfrutar de sus encantos.

Ahora sí me despido y como siempre…

¡Pura Vida!

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