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Xi'an cuna de la Ruta de la Seda
Peripo en China V: Xi’an. 6ª experiencia como voluntario Workaway
LLegada a Xi'an, ciudad conocida como cuna de La Ruta de la Seda, desde Lanzhou. Además Anna y yo seguíamos caminos distintos tras un mes viajando juntos.

Peripo en China V: Xi’an. 6ª experiencia como voluntario Workaway

LLegada a Xi'an, ciudad conocida como cuna de La Ruta de la Seda, desde Lanzhou. Además Anna y yo seguíamos caminos distintos tras un mes viajando juntos.
Xi'an cuna de la Ruta de la Seda

Xi’an cuna de la Ruta de la Seda

Nuevamente tocaba madrugar para subirse al tren temprano. Yo arrastraba un catarro importante desde mi llegada a Lanzhou, así que mi cuerpo me pedía descansar. Pero en Xi’an (Chang’an) nos esperaba el primer anfitrión de mis tres voluntariados en China y el recorrido, que era de más de 12 horas, preferíamos hacerlo de día -que resulta sobre todo más económico viajando en butaca dura-, pero aparte ver los paisajes de China es inspirador y espectacular. Cuando subimos al tren estaba prácticamente vacío, aunque solo fue un espejismo, conforme el viaje avanzó se fue llenando y a nuestra llegada estaba totalmente lleno.

Durante el trayecto mi congestión fue bajando y mi cuerpo comenzó a encontrarse mejor. Y como en todos los viajes por China, mi presencia era como la de un extraterrestre para los demás viajeros. Quizás no sea solo por llevar un sombrero y ser rubio y alto, al parecer y por el comentario que nos hizo una señora que viajaba con su hija y compartía el mismo espacio -las butacas están enfrentadas y en cada una caben tres personas con una mesa en el medio- es extraño ver a un extranjero en ese tipo de vagones, ya que aunque el precio es más barato que en el vagón litera, para un forastero éste no suele ser tampoco caro. Y esto le pareció una demostración de humildad por mi parte. Quizás por esta razón en mi viaje entre Kashgar y Turpan, pude conocer a tanta gente sorprendida de verme allí.

La llegada a Xi’an

A nuestra llegada a Xi’an, la señora, que nos había visto repasar las lecciones de chino que me enseñaba Anna y sabiendo mi interés por su idioma, me ayudó a conocer los caracteres de Xi’an, que significan ‘paz occidental’ 西安; permanecerán en mi memoria.

Por otro lado la entrada con el tren y de noche a la ciudad ofrece unas vistas de la muralla impresionantes. No es la famosa muralla china, es la muralla que rodea la ciudad, que todavía se conserva en perfecto estado y que las autoridades se han encargado de convertir en otro atractivo para los turistas, iluminada con luces de colores y realmente muy bella a la vista.

A la llegada a Xi’an nos esperaban nuestros anfitriones y para que nos pudiésemos encontrar en la puerta de la estación tenían preparado un cartel con nuestros nombres, por lo que fue fácil el encuentro. Un recibimiento cariñoso y en marcha hacia la granja donde estaríamos colaborando.

El trayecto hasta llegar a la casa fue largo, algo más de una hora, ya que está a las afueras, en un suburbio de la ciudad. Antes de llegar nos deleitaron con una visita a un restaurante sencillo de la zona, donde sirven unos noodles tamaño XL, exquisitos y picantes, que acompañaron de una ensalada y unas cervezas.

Durante el viaje, si bien habíamos podido comer, todo fue a base de noodles envasados a los que solo hay que añadir agua y algunas piezas de fruta, por lo que teníamos hambre. Con el estómago lleno y habiendo podido charlar un rato para conocernos, directos a lo que sería nuestra casa por los siguientes 12 días.

Mi primer voluntariado en China

Ya allí vinieron a nuestro encuentro Gao Ling y Wang Xiao Fan dos de las empleadas chinas que compartían la vivienda con nosotros. Recorrimos un camino oscuro y alumbrados por una linterna, llegamos a la parte trasera de la finca. Unos perros gruñones nos recibieron y ya en la casa nos encontramos con Kathleen, una voluntaria australiana que al día siguiente partía con dirección a Malaysia.

Mujer cariñosa que nos obsequió con varios regalos, entre otras cosas para mi, un buen paquete de tabaco de liar con todo el kit necesario y que realmente agradecí. Desde mi partida de Irán no había podido volver a fumarlo, y sí, todo el tabaco es malo, pero este quizás me ayuda a fumar menos. Kathleen y yo mantenemos el contacto y cuando vaya por su país tendré la oportunidad de colaborar con ella y poder conocer un poco mejor Australia.

El trabajo

El trabajo era en una granja donde cultivan setas. Mezclan las semillas con los productos necesarios, para que después, trasplantada esta mezcla, enraice a la tierra y pueda convertirse en el producto final que todos consumimos: las setas de cultivo. En un principio yo creía que eran las famosas setas orientales llamadas Shiitake, aunque no fue así.

El trabajo era fácil, e incluso muchos días los teníamos libres a la espera de que de nuevo hiciésemos la mezcla de los ingredientes y tener faena. En esos recesos, Gao Ling, Men Ke, Jia Weina, Wan Xiao Fan, Li Dong Yang, Zhang Feng Jun, Xu Yu Kun y Feng Wen Qi -que eran los trabajadores chinos con jornal-, preparaban lo necesario para cuando llegase el trabajo.

Todos los ingredientes se mezclaban en gran cantidad: serrín, las esporas de los hongos, un producto químico en polvo blanco y tierra. A todos los componentes sólidos se les añadía agua y se volteaban con palas antes de meterlo en una máquina que añadía el líquido suficiente para humedecer la mezcla y que todo quedase homogéneo. Este proceso se repetía 2 veces y después se dejaba reposar durante unas horas.

Al día siguiente se empaquetaba en unas bolsas de plástico y posteriormente pasaba a una habitación, que era calentada con los tubos de una salamandra gigante instalada en el exterior y que la atravesaban. La fórmula perfecta para la reproducción rápida de hongos: calor, humedad y esporas.

Como no soy un experto en la materia, solo añadiré que para conseguir el producto final que vender a sus clientes, había que pasar por dos pasos más hasta completar el proceso y dejar que los hongos hiciesen su trabajo, reproduciendo las raíces que finalmente cubrían los paquetes de plástico.

Por otro lado, en alguna ocasión y mientras esperábamos a que de nuevo hubiese trabajo, nos encargamos de barrer en la finca, las hojas que empezaban a caer de los árboles por la llegada del otoño. La abundante vegetación muerta llenaba el suelo y daba una sensación de suciedad siendo una imagen poco atractiva para los clientes que visitaban la granja.

En fin, trabajo sencillo y poco exigente físicamente, a diferencia de lo que me imaginaba cuando envíe la solicitud de voluntariado, que por cierto aceptaron inmediatamente y que mientras esperaba en Osh a cruzar la frontera, fue un preludio de mi fantástico viaje por China.

La finca y las instalaciones

En este caso nos encontramos con una de cal y otra de arena. Por un lado la de arena eran las instalaciones de la finca para los empleados y voluntarios, y que bajo mi punto de vista dejaban bastante que desear. La habitación para los hombres estaba junto a la cocina, lo que hacía que en muchos momentos descansar fuese misión difícil, por no decir imposible. Las de las mujeres, una para las voluntarias y otra para las empleadas, estaban separadas y por lo que vi en la de Anna, era bastante más limpia y cómoda que la mía.

Por otro lado el servicio y la ducha eran auténticos lugares de pesadilla, aunque en el caso del primero más adelante lo comprendí viendo los servicios públicos de, por ejemplo, una universidad. La privacidad para hacer tus necesidades no existe y en cualquier momento, con tu culo al aire, te puede entrar una visita que te hará compañía durante el rato que dure la acción.

En el caso de la segunda, entiendo que Linda debería de revisar el estado y la situación de algo tan importante como una ducha. Estaba en un lugar apartado de todos los demás edificios y si bien esto no es un gran problema, el estado de suciedad si que lo era, ya que incluso para dejar tu ropa limpia con la que cambiarte, debías de ingeniártelas para salir bien parado y seguir limpio.

La de cal era la comida que se encargaban de cocinar las empleadas de la granja: noodles o arroz que podías mezclar con diferentes platos de verduras o carne, dependiendo de tu dieta. Personalmente la comida china me encanta y descubrí algunos platos que realmente no tienen nada que ver con la comida china de los restaurantes en Europa y que eran deliciosos.

Por mi parte intenté hacer la tortilla de patatas que había comprometido con Linda, así como otros platos de la gastronomía española que ya había podido cocinar en otros lugares con éxito. Sin embargo me encontré con serios problemas de herramientas: la sartén. Además hubo un rechazo frontal por parte de los trabajadores chinos, que al parecer anteriormente habían tenido la oportunidad de probar cocina española de otros voluntarios y no les había gustado nada. Así que me di por vencido y lo dejé para mi próximo destino en China, en Huangshan, donde trabajaría como voluntario en el bar de un hostel.

La excursión a Yuanjia Village

La propietaria Wang Zheng Rong o Linda como se hace llamar y su hermano el señor Wang, también socio de la granja, tienen por costumbre en los dos primeros días llevar a los voluntarios a visitar Yuanjia Village, un pueblo re-convertido en un lugar para el turismo: todos los edificios, o por lo menos el 90% de ellos están dedicados a la restauración o son hoteles. El resto, pocas viviendas y alguna tienda de artesanía local.

Cierto es que el pueblo debido a esto se ha adecentado y se mantiene en perfectas condiciones; construcciones antiguas que muestran la historia de esta parte de Shaanxi, la provincia de China cuya capital es Xi’an. Por allí el turismo suele ser de gente local y otros chinos que se acercan a visitarlo, por lo que ver a un forastero es raro y como pude comprobar llama la atención, incluso para que una TV local se parase en nuestra mesa durante la comida y me pidiese hacer una pequeña entrevista para contarles de mi visita a Yuanjia Village y Xi’an. Anna se encargó de traducir de mi regular inglés al chino, las explicaciones que daba.

Otra de las paradas fue en la terraza de una tetería, donde Linda nos invitó a un masaje reparador y la limpieza de nuestros oídos con una técnica al parecer antigua y, entre otras cosas, basada en los ultrasonidos que la varilla que te introducen emite al golpearla con otro bastón. Me encantó y el limpiador, además, me hizo el diagnóstico de que tenía el hígado algo congestionado.

Una de las atracciones que el local utiliza para llamar la atención de potenciales clientes, es activar el fuego que calienta el agua del té al ritmo de la música, que suena a todo volumen, danzando. También mientras comes pipas y bebes su té, un grupo de música tradicional actúa con los instrumentos típicos de la región.

Tras esto y durante el paseo encontramos un estudio de fotografía donde me vestí con la ropa tradicional china que ellos alquilan y que todos conocemos por el cine, sobre todo de artes marciales. Me hice una sesión por el módico precio de 10RMB y aquí la atracción para otros visitantes fui yo haciendo el payaso un rato con mis poses y mi look postizo y que disfruté tanto o más que ellos.

La visita al pueblo se completó con una cena en otro de los restaurantes típicos y un paseo para poder verlo de noche. Tras esto nos fuimos a casa a descansar. Al día siguiente volvíamos a tener trabajo.

Xi’an: la ciudad

Para llegar a Xi’an desde la granja, era necesario hacer varios cambios de autobuses, lo que nos obligaba a preparar bien el recorrido, sobre todo para volver, ya que por la noche el último autobús hasta el suburbio era a las 18.30h.

La primera vez que fuimos a Xi’an optamos por un taxi compartido para abaratar costes a la vuelta, debido a un error con nuestra parada y el cambio de autobús. En el segundo viaje que hice yo solo, debí de andar listo para no tener que desembolsar un cantidad de dinero que no hubiese venido nada bien a mi maltrecho presupuesto y poder llegar a casa con el autobús. Lo conseguí y comprendí que la experiencia que voy adquiriendo con los kilómetros ayuda.

En Xi’an conocimos el distrito Xingheng -realmente bonito y cuidado-, ya que la ciudad es una atracción turística y como ya he señalado al principio, las autoridades se encargan de que mantenga todo su atractivo y esplendor.

Desgraciadamente y debido a los horarios nos perdimos el espectáculo de la ciudad nocturna, que es en sí misma una atracción. Nada más llegar nos pudimos hacer una foto con dos personajes de la novela épica china ‘Viaje al Oeste’: Zhu Bajie el cerdo y Sun Wukong el rey mono, que estaban en la puerta de un restaurante llamando la atención de los posibles clientes.

Conociendo la historia de la ciudad paseando

En el distrito de Xincheng te encuentras con la Gran Pagoda del Ganso Salvaje y la estatua del Monje Xuan Zang, que es parte de la obra literaria mencionada antes ‘Viaje al Oeste’. La pagoda es una de las más grandes de China y más importantes del budismo. Desde la plaza donde se encuentra puedes darte un buen paseo tanto por los alrededores que están convertidos en un parque peatonal y donde puedes ver y admirar parte de la historia de China y de la región.

Varias dinastías hicieron de Xi’an la capital del país y adoptó varios y diferentes nombres durante esta parte de su historia, pero mejor que contarlo yo podéis conocer su historia a través de este enlace de Wilkipedia.

Alrededor también encuentras multitud de restaurantes y hoteles, además de un centro comercial que en su techo tiene una pantalla de leds gigante donde se van emitiendo imágenes espectaculares de la tierra y el espacio, mezcladas con publicidad. Una buena manera de retener a los visitantes y que conozcan los comercios que encuentran allí.

Ese primer día también decidimos dar una vuelta en un autobús turístico subidos en el segundo piso, descubierto, aunque no hacía un tiempo como para ello, de hecho lloviznaba y hacía fresco. Llegamos hasta la mitad del recorrido y allí nos bajamos a la entrada del Qujiang Pool Park donde puedes seguir viendo parte de la historia del país, la ciudad, las distintas dinastías que lo han gobernado y algún guiño a La Ruta de la Seda, ya que Xi’an tiene el honor de ser el punto de partida de las caravanas que recorrían Oriente y Occidente con sus preciadas cargas.

Un reencuentro en Xi’an

El día que yo bajé solo de nuevo a Xi’an para encontrarme con YaoYao, una taiwanesa que conocí en mi viaje por Turquía y con la que casualmente coincidí de nuevo, tuve oportunidad de ver el museo de arte de la ciudad, que el primer día solo había podido fotografiar por fuera, y hacer un repaso con ella y con mejor luz a la larga avenida donde ves una gran colección esculturas que han dedicado a las artes, la guerra o la religión. Realmente impresionante.

Algo que quedó pendiente para el futuro, fue visitar las famosas estatuas de terracota que me hacía especial ilusión verlas, pero el dinero de las entradas al cambio, alrededor de 20€, es más necesario para comer o dormir durante el viaje. Como pude comprobar en China, tienes que pagar por casi todo lo que sea bonito y tenga un interés para el turismo: montañas, museos, pueblos… aunque si bien es cierto, aquí no hay distinción entre gente local o extranjeros en la mayoría de los casos, al contrario que en otros países de Asia Central, como ya conté durante mi visita a Uzbekistán.

Últimos momentos en Xi’an

Si bien la primera idea de estar en la granja colaborando era de 15 días, o incluso 20, la falta de trabajo y la llegada del frío aceleró nuestra partida. Anna empezaba a estar incómoda y había pasado por un resfriado por la falta de ropa de invierno y yo tenía una cita en Huangshan, así que decidimos que nuestro tiempo allí había terminado.

Anna se dirigió hacia el sur, llegando hasta Vietnam, donde cumpliría otro voluntariado en Hanoi, visitando antes la isla de Hainan al sur de China. Yo me dirigí directamente a Huangshan.

Antes y para despedirnos correctamente -ya que nuestra relación se había deteriorado en los últimos días en la granja-, pudimos coincidir en una casa que YanYan me había comentado, donde acogen a viajeros gratuitamente para pernoctar durante unos días en Xi’an.

Al principio cuando llamé no me hicieron caso, ya que el propietario -un chico joven con otro hostel en Nanjing-, no hablaba inglés. Pero cuando Anna apareció por allí y le comentaron que un forastero había llamado y que por el idioma no le habían atendido me devolvieron la llamada. Comprobaron que era yo y me invitaron a pasar esa noche.

La oferta de poder estar en la ciudad y esperar mi tren sin gastos, además de encontrarme con Anna de nuevo para despedirnos, fue una gran noticia para dejar una ciudad que me encantó. Además Linda tuvo el detalle de cubrir parte del billete de tren hasta Huangshan y acompañarme a la estación de trenes para comprarlo.

Ese día había sido algo gris para mi, pero al final parecía que salía el sol. Pude comprar la última litera libre en el tren, para hacer el segundo trayecto del viaje. Aunque para ello debí de estar atento y no dejar que los chinos que esperaban igual que yo, se pasaran de listos y se colaran por delante.

El hostel gratis para los viajeros

En la casa coincidí con una gente genial, con la que conecté desde el principio. Yang Ou, el propietario, me recibió como a un amigo. Al parecer Anna le había hablado bien de mí, mientras esperaban que llegase, y me hizo sentir como en casa, ofreciéndome quedarme algún día más si lo necesitaba.

También conocí a Li Li Zhang, un músico que además de ayudarme con algunas descargas de música pop-rock de su país, cuando llegué a Huangshan me envió un mensaje ofreciéndome su VPN para poder navegar desde el móvil por las páginas web y aplicaciones que están prohibidas en China. Un gran tipo que espero visitar en Shanghai, su ciudad, cuando tenga oportunidad de volver por China.

Conocí también a Lin Shu Shu un escritor en ciernes muy simpático y amigo de Lin, que también procedía de Shanghai. También a Tuan Liu Jia que preparó y nos invitó a un cena exquisita. Tuan es cocinero, no estoy seguro si profesional, pero en cualquier caso disfrutamos su comida. Un agradecimiento muy especial para todos ellos por su buen rollo y su ayuda.

La partida hacia Huangshan

Tocaba madrugar otra vez. Tenía un tren a Huangshan a las 7.30 de la mañana y debía de ir en taxi hasta la estación, ya que los autobuses urbanos no comienzan hasta más tarde. Me arreglé, recogí todas mis pertenencias y me fui a su búsqueda. Tuve la suerte de encontrarlo en la puerta y aún con las legañas pegadas debí de negociar el precio de la carrera. Conseguí la mitad de precio: 10RMB.

Cuando habíamos avanzado por la calle hasta alcanzar la avenida, seguía con la sensación de que algo se me olvidaba y de repente caí en la cuenta: mi sombrero que tanto y tan bien me estaba viniendo en el viaje se me había olvidado en la casa. Me llevé un disgusto y pedí al taxista volver.

Iba con tiempo suficiente para llegar a la estación, pero quizás el tráfico empezaba a ser un problema. Aún así dimos la vuelta y corriendo subí al piso. Yang Ou me abrió la puerta con cara de sorpresa y sueño, pero me llevó un tiempo conseguirlo tras aporrearla insistentemente. Saludé al entrar, recogí mi sombrero, me despedí con un apretón de manos y bajé corriendo de nuevo al taxi.

Estaba nervioso, ya que por recuperar el sombrero temía perder todo lo demás que había dejado en el maletero del coche. Pero no, el taxista espero y me llevó a tiempo a la estación. Incluso me sobró y pude aprovechar para hacer unas fotografías del entorno y comprar alguna cosa para comer durante el viaje.

La primera parte del viaje la hice sentado en butaca dura, ya que era de día y no necesitaba tener una cama. Lamentáblemente me tocó una vecina enfrente, que no contribuyó a tener un viaje cómodo.

La segunda parte era de noche y debía cambiar de tren en Xu Zhou. Aquí viajaría en la litera que conseguí de milagro. Fue una fortuna porque pude descansar antes de llegar a Huangshan, donde tenía un mes y medio por delante en otro voluntariado. Este conseguido con Helpx, la otra web que uso para encontrar voluntariados. Pero esto es otra historia y la contaré en el siguiente artículo.

Hasta entonces y como siempre…

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