Desde Kota Kinabalu envié varios mensajes privados por medio de Couchsurfing y ante la respuesta negativa o la no respuesta, opté por hacer un mensaje ya desde Manila, abierto, por si alguien se daba por aludido y se ofrecía a acogerme en Cebú cuando llegase. Estando allí sería más fácil contactar directamente con los compañeros de Rafa Angulo y aclarar todos los detalles del voluntariado que quería hacer, cumpliendo un compromiso personal con mi amigo fallecido.
Moviéndome por Filipinas
Pero no, parecía que en Cebú todo estaba en contra, no había llegado todavía la respuesta de los españoles a mi última pregunta y tampoco nadie en la isla se mostró dispuesto a acogerme, tampoco con ese mensaje general y abierto explicando mis intenciones en la isla. Eso sí, resultó efectivo, porque me contestó un muchacho desde Sorsogón, al sur de la isla de Luzón, donde ya estaba y cuya capital es Manila.
Pensé que quizás era también una forma de paliar algo mi falta de presupuesto ya que el viaje lo haría en autobús y evitaba barcos, más caros. Esto también tenía el inconveniente de que, en principio no visitaría otras islas.
Al día siguiente de recibir el mensaje de Macky desde Sorsogón, le contesté, confirmándole que iría a visitarlo y aceptaba su hospitalidad con mucho gusto, aunque con los planes todavía en mi cabeza de ir a Cebú, animado, porque él me dijo qué conocía barcos que unían ambas islas y el viaje era más corto, por lo tanto más barato. En ese momento, todavía me quedaban unos días en Manila y tenía tiempo de buscar el autobús para moverme.
Lo busqué a través de una web, no era complicado, pero hablando con un filipino en un jeepney durante una de mis bajadas al centro y antes de decidir los detalles del viaje, me recomendó que no lo comprase anticipado, que en la misma parada de autobuses podía encontrar tickets de sobra y era más cómodo y más barato, no cargaban la comisión de la agencia que trabaja con ellos a través de la web.
Además, a través de la web tenía que comprarlo con tres días de antelación y ya no me daba tiempo, tras mi retraso en tomar la decisión del día que viajaría. Así que confié en su consejo y no se equivocó. Encontré el billete, fue sencillo y de paso pude dar un paseo nocturno por esa parte de Manila y aunque no mucho, conocer a la taquillera, al chico de los equipajes, que gracias a ella me guardó mis mochilas gratis mientras esperaba la salida y a unos policías a los que pregunté por un cajero para sacar dinero y poder pagar el billete.
El viaje era de noche, a las 11.30pm, así que esperaba dormir parte del trayecto de más de 12 horas, según el horario de la compañía, aunque finalmente fueron más de 15. Pude elegir el asiento delantero que por la configuración del autobús me ofrecía un espacio libre en el que estirar las piernas y situarlas sobre la tapa del motor.
Eso sí, el viaje no fue tan cómodo, el aire acondicionado de nuevo fue mi pesadilla. Alucinante, qué aunque estén todos pasando frío, no lo bajan ni a tiros. Por otro lado uno de los conductores, suelen ser dos, llevaba el autobús como si fuese un coche de rallys, nada nuevo en estos lares, pero molesto siempre.
Camino a Sorsogón
El autobús va haciendo paradas durante el camino en las que bajan pasajeros y otros suben y una parada a algo más de mitad de camino, ya amanecido el día, que se alarga por casi una hora. En esta parada el conductor más tranquilo, me quiso enseñar el museo que la compañía tiene allí, que al parecer fue la ciudad donde se fundó. Un museo con una exposición poco cuidada, aunque curiosa, donde se pueden ver los primeros autobuses que se utilizaban. Pensé que si el mío, moderno y más veloz era una pesadilla ¡cómo debieron de viajar entonces!
Muy curioso me resultó cuando pregunté por el aseo y me señalaron un pequeño edificio con un cartel grande a la entrada que ponía ‘confort rooms’, me lo había imaginado, pero también pensé que debía de ser una pequeña estancia para descansar, dándole más credibilidad a esto último. Así que en parte fue una sorpresa y un motivo de risas con algunos viajeros que reaccionaron a mi comentario de » muy apropiado», porque realmente es un lugar donde terminar reconfortado.
Tras la larga parada proseguimos camino, aún me quedaban unas cuantas horas, sin saber exactamente cuantas y Macky no dejaba de enviarme mensajes al móvil, que no podía responder porque no me quedaba crédito, entre otras cosas porque ¡lo había agotado con él antes de salir! Cansado y muy agobiado por su insistencia que venía desde el día que le confirmé que iría, le pedí a un muchacho joven que viajaba detrás de mi, que me dejase usar su móvil para enviar una respuesta a Macky.
No tenía batería en su teléfono, pero su amigo me ofreció el suyo. Por fin pude contestar y pedirle a Macky que me dejase ser a mi quien le avisara a mi llegada, el autobús llevaba horas de retraso y ya encontraría la forma, pero que debía de dejar de enviarme mensajes y menos hacerlo con letras mayúsculas, que significan tensión y enfado, por lo qué, me tensaba más a mi.
La llegada a Sorsogón
Me alivió enviar el mensaje y ver que le quedaba clara mi molestia a su insistencia. Pasaron más de tres horas desde este mensaje y por fin vimos la entrada a Sorsogón, el conductor sabía donde tenía que llegar desde nuestra conversación viendo el museo, así que se desvió todo lo que pudo para dejarme lo más cerca posible.
El mismo muchacho que me había ayudado con el teléfono bajaba donde yo lo hacía, por lo que me acompañó con un triciclo, que él pagó por cierto, hasta la misma estación de autobuses, desde donde él seguía camino. La suerte del viajero le llamo a estas coincidencias.
Macky estaba allí esperándome con dos amigas. Por fin nos conocíamos y le pude explicar bien como me había hecho sentir durante los últimos tres o cuatro días enviándome mensajes sin parar. Se lo tomo bien y se disculpó conmigo, estaba emocionado de recibir a un nuevo viajero y por ello su insistencia, algo parecido pasaba con su madre, que al parecer era quien le animaba a escribirme sin parar.
En Sorsogón en casa de Macky pasé la mayor parte de tiempo en Filipinas, fue un tiempo en el que pude visitar un montón de sitios, Macky es un buen guía, y en el siguiente capítulo os presentaré a familia y amigos, además de lugares y experiencias que viví.
Pero hasta entonces y como siempre…
¡Pura vida!