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Indonesia VIII: Aventura en Sulawesi

Indonesia VIII: Aventura en Sulawesi

Así lo título porque fue una aventura con los transportes desde que salí de Belopa con destino a Kalimantansegún llaman los indonesios a su parte en la isla de Borneo. Y es que fueron sucediéndose acontecimientos, que hicieron que el viaje que parecía iba a ser tranquilo ya que creía que tenía todo controlado, fuese toda una aventura, que viví con nerviosismo, cansancio y en la que afortunadamente seguí conociendo a personas durante el camino, que endulzaron algunos momentos realmente difíciles, sin saber exactamente que pasaría en el siguiente paso que debía de dar y en los que seguí confirmando que el mundo, está lleno de buena gente, que le gusta ayudar.

A continuación te detallo, todos estos acontecimientos y vicisitudes que viví, que realmente son la esencia del viaje.

El autobús a Palu

Esperé despierto hasta ir a la parada del autobús para llegar con tiempo y sin el problema de quedarme dormido, fácil por el horario de salida, pasada la medianoche. Madi si que fue a dormir y alrededor de las 2.30am le llamé, como él me dijo, para que me llevase en el coche. Con los ojos casi cerrados y claros síntomas de cansancio, quiso quedarse conmigo hasta que el autobús llegó con más de media hora de retraso, eran pasadas las 3.30am.

Ya en el autobús, me llevé una sorpresa al ver como iba: lleno de pasajeros y de mercancía. Los asientos estaban todos ocupados, excepto el mío, pero además el autobús se encarga de llevar la paquetería por todo el recorrido y el pasillo era el almacén. Así que como pude, pateando todo y cargado con las mochilas, llegué a mi plaza al final del autobús, me senté y espere a que el cansancio y el sueño hiciesen el resto. Me dormí, no sin dificultad: mi compañero de asiento era tan grande o más que yo, poco espacio para dos cuerpos tan afortunados de la naturaleza.

Pasadas unas tres horas desde que salimos y ya amanecido el día, con la primera parada me desperté, empezaron a bajar pasajeros, quedaron vacíos los últimos asientos y los ayudantes del conductor los ocuparon con bultos que estaban en la escalera de la puerta trasera, entre ellos mi mochila grande.

Dándome cuenta de esto, le dije a uno de los ayudantes que no, que yo me iba a cambiar y me dejase libre los asientos en la medida de lo posible, no lo entendió muy bien, así que directamente me moví hasta allí y me senté apartando alguno de los bultos, a regañadientes accedió a que me quedase. Fue el momento de estirar las piernas y descansar un poco mejor, aunque no mucho, los asientos estaban hechos polvo y los hierros se me clavaban en las costillas. Aún así, vencido por el agotamiento, busqué la mejor postura y pude volver a dormir.

El viaje que estaba previsto hacerlo en alrededor de 12h, tardo finalmente más de 15h, con varias paradas que se alargaron bastante en algunos casos, para descargar personas, la mercancía transportada y también comer. La carretera transcurría por la montaña y además de ser cuesta arriba en muchos tramos, también era retorcida. En algunos casos, con agujeros al precipicio, que vistos desde la ventana de mi asiento, daban miedo.

La llegada a Poso: Fin del trayecto

Durante el viaje, con el equipo de reserva del autobús (conductor y ayudante), con los que congenié, me dijeron que nada más llegar a Poso, final del trayecto, podría cambiar directamente de autobús para llegar a Palu, me confié creyendo que se referían a bajar de uno y subir en el otro en el mismo lugar, nada más lejos de la realidad.

Tal y como llegué y tras hacerme entender, con la oscuridad de la noche cayendo, tuve que buscar el modo de llegar a las agencias que vendían los billetes de los minibuses que hacían el recorrido. Una moto me llevo, fuimos a todas las agencias disponibles, tres, y todas tenían el bus lleno, sorpresa desagradable porque, sí o sí, tenía que llegar al barco que cruzaba a Kalimantan, mi visado vencía e iba con el tiempo muy justo. El primer bus por la mañana era a las 9am, así que no llegaba a tiempo al barco, que tenía su salida prevista a la 1pm.

Insistí para viajar de cualquier manera, pero no me sirvió de nada. Fuimos a una gasolinera para allí, tratar de preguntar a alguien si iba a Palu, en vano, la gente se mueve en moto y no se veía ningún coche parado o pasando, y de noche a esas horas, difícil que ocurriese más tarde.

El conductor de la moto me devolvió al mismo lugar donde me había recogido, me pidió algo más de dinero por las idas y vueltas, que pagué sin rechistar: 20.000 rupias, algo así como 1,30€ al cambio y vuelta a empezar, pero con un problema añadido. Allí seguían los conductores del autobús con el que había llegado una hora antes, sorprendidos de volverme a ver y encogiéndose de hombros y riendo.

Mientras trataba de buscar una solución y sin obtenerla por su parte, apareció en escena Ance, que estaba escuchando lo que demás hablaban sobre mí y entendió que necesitaba llegar a Palu. Me comentó que el conocía una autobús que pasaba a las 10pm, o eso creí entender, porque su inglés no era muy fluido.

Como no estaba yo muy seguro de lo que me decía y la comunicación era complicada, le pedí por favor a Chandra, un cliente que estaba en la tienda de la familia de Ance, usar su móvil para llamar a Madi y así en indonesio hablando entre ellos, que me tradujese después para aclararme. Madi me confirmó que había entendido bien, que había un autobús que pasaría sobre las 10pm y que me esperase allí.

Tenía también que cancelar mi noche en Palu, donde me esperaba un couchsurfer llamado Rio al que había contactado el día anterior y con el que de primeras había tenido muy buena conexión, artista plástico, como me explico en nuestra conversación por wassapp. Me hubiese gustado conocerlo, entre otras cosas para ver su obra y también, porque no, para hacerle una entrevista para el canal de YouYube. Rio tras la breve charla por teléfono, entendió perfectamente mi problema, me disculpó y me invitó a que si volvía, fuese a visitarlo, tenía las puertas de su casa abiertas.

Poco mas podía hacer, así que me tranquilicé y decidí confiar en Ance. Su familia estaba allí, viven a ambos lados de la carretera y tienen una tienda de ropa. No podía imaginarlo, pero fue uno de esos momentos mágicos del viaje. Sus hijas Louise y Valy eran unas niñas geniales y los sobrinos también, bueno toda la familia. Me invitaron a café y algo de comer y como me quedaba tiempo y habíamos congeniado muy bien, entre charlas y risas, improvisamos unas clases de español mientras esperaba la hora del viaje.

A eso de las 10pm, quizás algo más tarde, paso el minibus, pero no paro ni hizo caso a las señales que le hicimos, así que uno de los cuñados de Ance tras insistirle, salió disparado con su moto tras él y lo paro algo más adelante. Volvió y me dio la buena noticia de que tenía plazas y que volvía a recogerme. Efectivamente, al momento estaba allí y yo me montaba. Además para mi sorpresa la parte de atrás iba vacia por lo que me invitaron a ocuparla y pude tumbarme a dormir parte del camino. Pague 150.000 Rp., alrededor de 10€.

Ance y su familia me invitaron a volver y quedarme unos días con ellos, no se si podré finalmente, pero queda apuntado en la libreta de pendientes. Una lastima que con los nervios iniciales y la posterior relajación, no les pidiese un contacto.

Pantaloan en vez de Palu

El minibús llegaba hasta Palu, pero cuando chequee la carretera en un mapa instalado en mi móvil, resulta que antes en su recorrido estaba Pantoloan, puerto desde el que salía mi barco, así que le pedí al conductor que me dejase allí, ahorraría tiempo y dinero. Me dejo en la misma terminal desde la que embarcar.

Nada mas bajar de la minivan, se acercaron varios hombres que estaban sentados enfrente. Uno de ellos Sahrir, me acompaño a los baños de la mezquita y los demás se quedaron guardando mis mochilas. Confié y no hubo ningún problema, cuando volvimos me tumbé en un banco de piedra y Sahrir me dijo que podía dormir tranquilo, él se encargaba de vigilar mis cosas y cuidar de mí, realmente quería confiar, pero también algo me decía que hiciese el «sueño de la presa», con un ojo medio abierto controlando la situación en todo momento. Sahrir me hizo un masaje en las piernas mientras yo trataba de relajarme y dejarme llevar, que lo agradecí después de más de un día viajando, con las piernas dobladas e incomodo.

Los demás amigos que estaban con él, cuando la botella de alcohol que se estaban tomando se termino, nos dejaron allí. Sahrir, por supuesto se quedo dormido a pasar la borrachera, el alcohol era realmente fuerte, no lo probé, pero lo olí y con eso me bastó: una especie de orujo blanco y con pinta de tumbar al más preparado.

Ya amaneciendo desperte, Sahir estaba como un tronco e incluso lo habían intentado despertar sin éxito, luego supe que era su cuñado. Cuando por fin se levantó le propuse un desayuno al que yo invitaba. Me llevo a un pequeño bar del puerto y allí tomamos un café y una pasta, seguidamente me invitó a acompañarlo a su lugar de trabajo.

Fuimos en su moto a una cantera de piedra en la misma línea de costa. Sahrir se encarga del mantenimiento de las máquinas que emplean para triturar la piedra y convertirla en arena. Al rato comenzaron a llegar otros trabajadores, sorprendidos de mi presencia, pero con los que enseguida conecte y pudimos echar unas risas: es algo que me encanta del viaje, con todo el mundo puedes reírte un rato y pasarlo bien, con lo mínimo.

Seguidamente nos movimos a su casa y de nuevo un recibimiento cariñoso y preguntas, muchas preguntas interesándose por mi vida, el viaje y porque sigo soltero a mi edad. Charlando con una sobrina de Sahir me enteré de que ella y su madre iban a viajar en el mismo barco, fue una sorpresa de nuevo, podría ir con alguien que conocía el terreno. Insistí a Sahir en ir a comprar mi ticket cuanto antes para que no hubiese ninguna sorpresa de última hora, me llevó a una agencia, compré el billete y por fin, me relajé.

La espera del barco la hicimos en su casa y salimos toda la familia juntos hacia el puerto sobre mediodía. Durante la espera, expectación entre los indonesios por verme allí, supongo que preguntándose qué hace un guiri viajando en un barco, cuando el avión es lo más habitual para nosotros. El barco llegó con retraso y además tenía que atracar y después que los pasajeros que venían lo desalojasen. Entre unas cosas y otras, más el embarque de los que íbamos, el barco se hizo de nuevo a la mar sobre las 4pm. Un retraso de tres horas, que me podía hacer perder mi conexión con el barco rápido en Tarakan.

El viaje en barco: de Pantaloan a Tarakan

Ya en el barco, note que la familia de Sahir no tenían especial interés en que fuésemos juntos así que decidí despedirme y buscar mi cama en solitario. De repente Sahir apareció por la puerta que yo estaba entrando y me dijo que fuese con él, había encontrado sitio para todos en esa misma planta del barco. Decidí acompañarlo, y su familia también nos siguió.

Nos despedimos de nuevo y me tumbé en mi cama a esperar la salida. Me quedé dormido y cuando desperté, aprovechando que los baños estaban limpios y antes de que se convirtiesen en un lugar impracticable me di una ducha refrescante y me cambié de ropa, necesario, tras todo el ajetreo sin parar desde que había salido de Belopa.

Lo de los auriculares no se estira mucho entre ellos y cuando quieren escuchar música, hacen partícipes a los demás con el sonido, a chatarra, de su teléfono, así que como había podido descansar y ducharme y estaba más o menos fresco, me levanté y subí a cubierta a pasar el rato allí. Me llevé el ordenador, no lo suelo sacar, pero quise aprovechar el tiempo y trabajar en los vídeos del canal de YouTube.

Pensé que el mejor sitio para estar era la terraza del supermercado del barco, con mesas y donde podría comprar un café. Lo que no me esperaba, era la fiesta que varios pasajeros habían montado aprovechando el altavoz auto amplificado del karaoke que lleva el barco, bebían el mismo licor que Sahrir la noche anterior, así que llevaban una borrachera considerable.

A alguno de ellos le caí bien, así que por turnos insistieron que me sumase a su fiesta particular. Entre risas rechacé la invitación, prefería verlos en la distancia y seguir, como podía, trabajando en mis vídeos. Siempre que venían les pedía, por favor, bajar un poco el volumen para intentar trabajar mejor, lo conseguía en parte, pero después de cinco minutos volvían a subirlo. Sabiendo de primera mano, cual es el estado mental en estos casos, me hice cargo y aguanté el chaparrón lo mejor posible.

Cuando el cansancio me venció me fui de nuevo a acostar. Pude dormir, pero sobre las 5am con el ajetreo y el ruido que ya se había adueñado de la estancia, me desperté. Los indonesios son muy madrugadores, ya he contado que el primer rezo es a las 4-4.30am, así que la mayoría ya están en movimiento y haciendo vida normal.

Llegada a Tarakan

La llegada al puerto de Tarakan estaba prevista sobre las 10 de la mañana, estábamos cerca a esa hora, pero había un pequeño retraso, menos del que pensé por la hora de salida. Me preparé con mis mochilas, me despedí de mis acompañantes y me fui a la puerta a esperar el desembarque entre los primeros. Tenía que llegar lo antes posible a la terminal del puerto para comprar el ticket del barco rápido que me cruzaría hasta Malasia, aunque no fue tan fácil como yo me imaginé.

A partir de aquí comienza otra historia, la de conseguir aclararme como comprar ese ticket y saber de dónde salía el barco rápido que había podido ver en las webs consultadas previamente, una historia, con mucha historia, pero será en el próximo artículo cuando te contaré todo lo que viví, que tiene sus cosas.

Hasta entonces y como siempre…

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